jueves, 17 de mayo de 2012

Aqui estoy de nuevo

Si, aquí estoy...casi un año después. ¿Pensaban que me había ido, que había desaparecido? Pues la verdad es que yo no quería desaparecer, pero a veces la vida le cambia a uno los planes. Nunca me imaginé cuando empecé a escribir este blog lo que la vida me tenía preparado. Muchos de Uds. lo saben ya, pero para los que no, les cuento que a pocos meses de haber comenzado esta aventura, me diagnosticaron un Cáncer de mama. Fueron momentos difíciles, sin duda alguna. No me sentía de ánimo de escribir. Pero ahora, casi un año después, con el tratamiento exitosamente terminado, tengo muchas cosas nuevas que contar y qué decir. Así que aquí estoy de nuevo. 

Es por eso que quiero compartir con Uds. una carta que le escribí a mi tumor, recién terminando mi tratamiento, y la cual envíe al conocido "Concurso Cartas de amor de Montblanc". Mi carta fue seleccionada entre las casi 2000 cartas participantes y ganó, no sólo el segundo lugar del Concurso, sino también el premio del público, lo cual fue un gran honor. Fue una experiencia maravillosa y sanadora, que me permitió cerrar un año de aprendizaje y sacrificio, mío y de mi familia, con una nota festiva. Además me permitió darme cuenta de lo importante que es para mí escribir lo que siento, y que debo mantenerme fiel a esta práctica. 



A continuación les transcribo la carta.



Mí querido tumor:
Puede parecerte extraño que te escriba una carta de amor. Para serte honesta a mí también me sorprende un poco. Mis sentimientos hacia ti han sido siempre muy confusos, y mi relación contigo siempre ha sido complicada. Mucha gente pensaría que esta debería ser una carta de odio, de desprecio. Todo lo contrario, esta carta está llena de respeto, y de agradecimiento. Como podría yo odiarte si eres parte de mi, si eres carne de mi carne.  Si algo he aprendido estos meses ha sido aceptarte como parte de mí. Aun ahora que te digo adiós, se que tu memoria siempre quedara conmigo y que mi vida no será nunca la misma, después de haberte tenido dentro.
Yo no te esperaba: estaba demasiado ocupada con mi vida, con mi felicidad. Llegaste sin ser invitado, en el momento más inoportuno, y te metiste dentro, muy cerca de mi corazón, escondido bajo mi seno izquierdo. Allí te instalaste calladamente,  mientras yo estaba distraída, primero con la otra vida que crecía dentro de mi vientre, y luego completamente sumergida en la dicha enorme de amar a un hijo.  Y tú silenciosamente crecías y crecías, alimentándote de mi ignorancia. Qué extraño me resulta pensar ahora que al mismo tiempo mi cuerpo albergaba y alimentaba a la vida y a la muerte, al amor máximo y al enemigo mayor.
El primer recuerdo que tengo de ti, es el de un fuego que me quemaba el pecho. No el fuego apasionado del amor, ni ese que te sube por el rostro cuando te sonrojas. Este fuego era doloroso, como si me pusieran alcohol en una herida abierta. Una urgencia que impulsa a soplar para aliviarla. Ya en ese momento intuía que algo vivía bajo mi piel, pero yo me negaba a verte y te llamaba por otros nombres para pretender que no existías.
Pero como siempre, llegó el momento de enfrentar lo inevitable, y en una sala helada, te vi por primera vez claramente. No tuvimos tiempo de conocernos, de ser amigos primero, hubo urgencia de mirarte a los ojos y de escuchar tu nombre de los labios de otra mujer, que entendió mis lágrimas sin preguntar nada. Cáncer. Luego vinieron muchas noches de insomnio, pensándote, esperando saber tu apellido, tratando de imaginar la vida (o la muerte) contigo, preguntándome de donde habías venido, revisitando una y otra vez el futuro y el pasado, pero sobre todo llorando, calladita para no despertar al que dormía a mi lado. ¿Cómo explicarle a él mi miedo, cuando cada noche me besaba y me decía que todo iba a estar bien?  ¿Cómo decirle que esto era entre tú y yo, y que él no podía entrometerse? Ese hombre que me ha amado como nadie, y que hasta estuvo dispuesto a aceptarte durmiendo entre nosotros. No podía hacerle eso a él. Por eso durante el día me esforzaba intentando que todo siguiera igual, no me sentía enferma ni me dolías y hasta a ratos parecía que no existieras, que te hubiera soñado. Pero de repente me asaltaba tu certeza en la sonrisa de mis hijos, o en unos planes para el futuro, en una frase inocente que alguien decía, o en un comercial de televisión. Todo parecía haber perdido importancia, solo tenía pensamientos para ti. Intentaba en vano mantenerte lejos de mi mente, porque sentía que pensarte te daba poder sobre mí. Quería ignorarte, pero aparecías por todos lados.
Vinieron salas frías, esperas interminables, decisiones que no quería tomar. Hablaba de mi futuro y el de mi familia con médicos que no conocía, que hablaban acerca de ti como si te conocieran a pesar de que no te habían tenido nunca tan cerca como yo. Y fui añadiendo a mi diccionario palabras que no conocía, nombres de medicinas, de médicos. Las salas de espera se convirtieron en mi casa y ahí tú y yo estábamos a solas, mirándonos a los ojos, tomándonos las manos como adolescentes. Abrí mis venas y mi cuerpo para poder llegar a ti. Agujas, tubos, botellas, jeringas, sangre, fluidos entrando y saliendo. Recuerdo que me irritaban las conversaciones de otros pacientes, las recomendaciones y comentarios interminables de la gente: agua de coco, sopa de miso, tomate de árbol, el libro de Eva, deja los lácteos, no uses anti-transpirante, mi hermana se curó de eso, fulanita se murió de aquello. Nada me importaba…éramos tu y yo encerrados en nuestra batalla, y el miedo, y el cansancio.
Me arrebataste los pequeños y grandes placeres de la vida. El olor del café de las mañanas, una buena comida, un libro agradable, el calor del sol sobre la piel, una película, jugar con mis hijos, una copa de vino, el intimo abrazo de mi esposo. Todo desapareció, solo me consolaba dormir. Me miraba al espejo por las mañanas buscando en mis ojos la vida, la alegría, la fuerza para seguir adelante. Mi rutina se convirtió en un ir y venir de medicinas en inyecciones. Cuando me preguntaban que me apetecía, decía invariablemente nada. Eso era lo que me quedaba, nada. Solo la inercia de levantarme cada mañana, el tetero de los niños, llevarlos al colegio, hacer las tareas. Una seguidilla de obligaciones y citas a las que atender. Solo el amor infinito de mis tres hombres me mantenía andando cada día, y aún a ellos tuve que decirles que no, que no, que no, tantas veces. Alguien me dijo que este era el momento de ponerme primero yo. La realidad es que eras siempre tu el que estabas primero.
Me salvo el amor. Recuerdo verme reflejada en los ojos de mis hijos, y pensar en lo que sería su vida sin mí. En ese preciso instante decidí que no, que eso no iba a pasar, que era hora de decirte adiós. Y entonces algo se rompió entre nosotros, y comencé a verte distinto. Tuve la certeza de que estabas allí por mí, y nadie podía sacarte si no era yo. Comencé a buscar dentro de mí la fortaleza para despedirme. Cada noche te miraba a los ojos y te decía que ya, que la lección estaba aprendida, que yo te había creado y ahora tenías que irte. Mientras se me llenaba el cuerpo con veneno tumbada en un sofá, te iba viendo alejarte. Tu poder sobre mi iba disminuyendo cada día, a pesar de lo débil que me sentía, a pesar de los glóbulos blancos por el piso, a pesar de las nauseas, sabía que yo tenía en mi la fuerza para dejarte ir. Me veía al espejo y me decía que a pesar de estar calva, sin cejas ni pestañas, con los labios pálidos, era hermosa y valiente, y que me amaba más a mí que a ti, y que uno de los dos tenía que irse, y no iba a ser yo.
Y así fue, poco a poco fuiste alejándote, haciéndote mas y mas pequeño. Te arranque de mi pecho con lo que quedaba de él,  y asumí mi cicatriz con el orgullo con que se presume una marca de guerra. Y luego vino una cita diaria con un rayo invisible que te termino de desvanecer. En mi mente, esa era una espada que yo empuñaba y con la que te atravesaba el pecho. Allí, recostada y enfrentada con una fría maquina, vestida con una bata de papel y con el pecho pintarrajeado con tinta negra, termine de despedirme de ti, para siempre. Y entre lágrimas te di las gracias por todo, y volví a mi vida. A recuperar poco a poco lo que te llevaste.
Ahora que finalmente te has ido, queda tu memoria, tu recuerdo, tus huellas. Estoy consciente de que hay que pasar la página, pero no puedo hacerlo sin agradecerte todo lo que me has dado. Todo lo que me quitaste me lo has devuelto poco a poco, y ahora esas pequeñas cosas son tesoros invaluables para mí. Nunca sentí tan delicioso el aroma del café en la mañana, ni disfrute tanto leyendo de un solo tiro un libro. Nunca antes me reí como me rio ahora. Ya no pierdo mi tiempo en rencores inútiles, en miedos absurdos. El sol caribeño me acaricia y tengo amor en mi vida. No necesito más. Tú cambiaste mi vida para siempre, para bien. Gracias a ti llevo una sonrisa en los labios cada día. Me has hecho feliz de una manera que solo yo entiendo. Me siento bendecida de haberte conocido y de haberte tenido tan cerca.
Ahora vete, eres libre. Yo soy libre, verdaderamente libre.



En mi proxima entrada les hablare un poco de los retos y recompensas de  ser una madre con Cáncer. 


Mientras tanto les dejo tambien las palabras de agradecimiento que escribi a raiz del triunfo en el Concurso. 



Estimados amigos:
Desde hace semanas me ronda en la cabeza la enorme deuda que tengo con la vida por haberme regalado todas las hermosas (y a veces duras) experiencias que he vivido este último año, especialmente después de ver la respuesta que ha recibido la carta que le escribí a mi tumor. Tendría que escribir montones de cartas de amor y nunca estaría ni cerca de expresar lo enriquecedoras y sanadoras que han sido estas últimas semanas. Me siento colmada de bendiciones y tengo tanta gente a la cual manifestarles lo importante que han sido, que temo olvidarme de alguien. Por eso diligentemente y con paciencia escribí estas líneas:
Quisiera comenzar por agradecer a la gente que hizo posible, con su profesionalismo y mística profesional, el que yo esté aquí hoy: al equipo de maravillosas mujeres doctoras que me tomaron bajo sus alas: La Dra. Adriana Pizarro, la Dra. Isabel García-Fleury, la Dra. Liliam Vivas y la Dra. Doris Barboza. A la gente del grupo Idaca del Centro Médico de San Bernardino que supieron acompañar con calor humano la difícil noticia del diagnostico. A todo el equipo que con tanta ética y paciencia trabajan en la sala de quimio de la Clínica La Floresta, logrando con sus bromas y camaradería que en esos momentos difíciles uno se sienta entre amigos. Al personal de enfermería y de administración del grupo Arsuve, que siempre nos atendieron con paciencia y cariño. A los técnicos, enfermeras y secretarias del grupo Gurve que diariamente me acompañaron durante la radioterapia. A todos aquellos que me facilitaron la vida, desde cualquier punto de vista, durante el largo período de tratamiento. A mis compañeros pacientes, a los que hicieron las interminables esperas en las salas un poco más llevaderas con sus conversaciones y a veces con sus silencios.
A mis amigos, ustedes saben quiénes, los de siempre, los nuevos, los que no sabía que eran tan buenos amigos. Los que escucharon, ofrecieron, acompañaron, los que se molestaron conmigo porque no les avise antes pero me perdonaron, los que me mandaron besos, los que me mintieron diciendo que estaba bonita aun sin pelo, los que trataron de sonreír y pretender que nada sucedía cuando les dije lo que pasaba. Los que vinieron a tocar la puerta de mi oficina cuando no estaba, los que mandaron correos, los que lloraron cuando escucharon la noticia, y los que no. También a mis amigos virtuales y reales en el facebook y en el twitter, que calladamente aceptaron mis ausencias y me recibieron con los brazos abiertos y sin preguntas, cuando tuve fuerzas de regresar. Gracias por no dejar de seguirme, ni borrarme de sus listas.
A todas y cada una de las personas que se tomaron el tiempo de leer mi carta, de votar, de comentarla, de escribirme, de mandarme su cariño y su solidaridad, sus bendiciones y sus buenos deseos. A los que lloraron y no tuvieron miedo de contarlo. A los que estuvieron conmigo la noche de la premiación, y a los que quisieron estar y no pudieron. A los que me abrazaron como si me conocieran de toda la vida. No tengo forma de expresar lo mucho que significa para mi cada una de sus palabras, no solo un cariño a mi ego, sino la certeza de que el mundo está lleno de historias de amor, y por lo tanto lleno de esperanza.
A los compinches  finalistas del concurso, gente maravillosa que no estuvieron allí por casualidad.  A Carolina, Marianne, Daniel, Albio, Juan Carlos, Mariana, Milena, Cynthia y Reinaldo,  gracias por las risas, la complicidad, la camaradería y la generosidad, de los que saben que comparten un regalo único y sagrado.
Al Concurso Cartas de Amor, sus organizadores y patrocinantes, por haberme dado la oportunidad de vivir la experiencia del amor en su expresión más pura, humana, desinteresada y sin fronteras. Sigan abriendo los corazones de la gente al amor a través de las letras.
A Judith mi hermana adorada que se mantuvo a mi lado y acompañándome todo el tiempo, siempre pendiente de cada tratamiento, de cada  resultado, de cada avance y retroceso, celebrando los triunfos y las buenas noticias como si fueran de ella. También a Carlitos mi hermano, que a pesar de tener su propia tragedia familiar, encontró la manera de hacerme sentir su apoyo. A mi mamá por llorar por mí, cuando yo no podía darme ese lujo, y por entender que yo no lo hiciera. A mi papi bello, por ser ejemplo de fortaleza inconmensurable, e inspiración en esos momentos en que me faltaban las ganas.
A Otilia, la abuelita de mis bebes, que se encargo de mi casa y de mis muchachos cuando yo no podía hacerlo. Gracias por darme la paz de saber que podía confiar en Ud. mis tesoros más valiosos. También a América y Honny y la familia Patriotas por ser la casa a medio tiempo de mis pequeñitos, y hacer que cada mañana saliera tranquila y sonriente a mi vida, sabiendo que mis hijos quedaban en buenas manos.
A mis hijos, por quererme incondicionalmente, por aceptar mi amor arrebatado, protector, celoso, sentimental, meloso, rabioso. Por perdonarme las ausencias, las faltas de ganas, la falta de fuerzas. Gracias por secarme las lágrimas de los ojos, por dejarme dormir la siesta cuando me sentía agotada, por quedarse acostados a mi lado viendo la TV, por no dejar que me hundiera en la auto-compasión, por ser hermosos, sanos, fuertes e inteligentes a pesar de todo lo que han pasado.
A mi gran y eterno amor Manuel, que ha llenado mi vida de milagros, de alegrías, de besos, de la cálida certeza de ser amada como soy. Te agradezco tu fortaleza, tu sonrisa en los peores momentos, tus brazos para arroparme, ese empeño en hacer cada sesión de quimio un viaje a la playa, la certeza contagiosa de que todo iba a pasar. Gracias por ocultarme tu miedo, y por aceptar el mío. Por seguirme amando con esa obstinada convicción, con todo y mis cicatrices. Por pasar nuestro aniversario de bodas rasurándome la cabeza. Por llevarte a los niños a la sala y apagar la tv para que yo descansara. Sobre todo por estar a mi lado, siempre, a cada paso, cada minuto.
Y finalmente, gracias a los tumores, a las mamarrosas, a los ex-esposos, a las niñas  de la radio, a los besos, a los bebes no nacidos, a las mudas y los brutos, a los jefes, a los que montan cachos, a los que mueren y matan,  y a todos aquellos que inspiran cartas de amor, haciéndonos conscientes de lo hermoso que es este viaje llamado vida. Gracias.


domingo, 19 de junio de 2011

Preguntale a tu papá

Mi papá es un tipo increible, lo respeto y amo con toda mi alma. Es un ejemplo de voluntad de hierro, de lucha, de deseos de ser siempre mejor, de aprender. Mi papá creció en una sociedad donde la paternidad era algo muy distinto a lo que es hoy en día. El deber de un padre, mas allá de engendrar una gran cantidad de hijos, era el de proveer para ellos. Todas las otras actividades de la casa, especialmente las relacionadas con los hijos, eran responsabilidad de la madre. Muchos padres de la generación de mi papá, jamas cargaron a sus bebes, jamas los llevaron al colegio, jamas les curaron una "pupa" con un sana sana, jamas los ayudaron a hacer una tarea...

Pero no mi papi: para mi papá yo era su "secretaria". Me sentía tan importante con ese rol...era la encargada de prepararle el whisky que lo relajaba todas las noches al llegar del trabajo, de traerle las pantuflas, y de ayudarlo a pintar a mano los letreros de las ofertas de la tienda, los precios que se ponia a la mercancia en las vidrieras, y a preparar las cajas de regalo hechas en casa para los clientes. A poner las rejas con las que se protegia la vidriera de noche, y luego las santamarias y los candados.

Gracias a todo esto aprendí a preparar cocteles, a estar pendiente de la esquina por donde doblaban mis papas para llegar a casa, a tener un pulso firme con el pincel y el marcador...Aprendí que si lloras el papel se moja y tienes que empezar todo de nuevo, asi que es mejor hacer las cosas con buen animo.Entendí que un poquito de cola blanca diluida rinde muuuuuucho para pegar papel y cartón, que las cuchillas de cortar, aun sin filo, pueden ser muy utiles, y que nada se desperdicia.  Aprendi a contar dos veces el vuelto antes de darlo y siempre decir gracias. Aprendi que uno nunca debe salir a hacer una diligencia sin llevar unos caramelitos en el bolsillo, para ganar simpatias. 

Aprendí gracias a su dedicación a enseñarme todas estas cosas, el valor de la perseverancia, de volverlo a hacer si no quedó bien, a ver el precio de algo antes de comprarlo, a que una cosa bien hecha por tus propias manos es mucho mas bonita que comprada. Aprendí que si haces que alguien sonria, cantandole o contandole un chiste, las cosas son mucho mas faciles para todos.

Algunas de mis amigas tenian papas choferes, que las llevaban a las fiestas o al cine, o papás que les compraban todos los trapos y corotos imaginables. Mi papá nunca hizo eso. Pero mi papá me dedicaba tiempo, se sentaba conmigo, nos llevaba a la playa y a los museos. Esos momentos con mi papá estan entre los recuerdos mas felices de mi infancia.

Ya de mayor lo vi enfrentarse con valentia y buen humor a sus enfermedades, derrotando dos canceres y sobreviviendo a un aparatoso arrollamiento a los 80 años de edad. Un milagro andante, un hombre de hierro, asi lo llamaban en la clinica donde todos le daban por muerto cuando llegó inconsciente a emergencias.

Ese es mi papi, el hombre que hoy celebro, que forma parte de mi esencia. El abuelo que todavia encuentra enrgia para disfrutar de sus nietos, que aun se emociona con los goles de España en el mundial, que me muestra cada dia los ejercicios que hace para sentirse mejor.

Tambien es el hombre que con tristeza veo apagarse, extinguirse, escaparse de la vida, a pesar de todos nuestros intentos de animarlo. El que ahora me enseña la dura lección de tener que decir adios, de aceptar que ya esta cansado, que el luchador ya no quiere seguir luchando. Es probablemente la mas dura de las lecciones que me ha tocado aprender. Entender que ya su tiempo paso, que ya vivio su vida y que ahora se prepara para irse, aceptar que esta despidiendose, y acompañarlo en ese adios, respetarle ese derecho a pesar de saber que nos va a doler tanto no tenerlo.

Aceptar que la muerte es parte de la vida es la ultima lección que mi papá me esta enseñando y como me pasaba a menudo, me da rabia, me niego a aceptarlo, pero en el fondo se que tiene razón. Asi que papi, nuevamente feliz dia, y gracias por todo lo que me das, te amo desde el fondo de mi corazón.

miércoles, 15 de junio de 2011

Muchacho no es gente

Uno de los errores más comunes que comentemos como sociedad es pensar que los niños son "inferiores" al resto de los seres humanos. En Venezuela tenemos un dicho popular, que escuchamos frecuentemente y que reza que "Muchacho no es gente". 

Lo cierto es que muchas personas tratan a los niños como si no tuvieran sentimientos, necesidades y perspectivas propias. Los padres solemos pensar que los niños son prolongaciones de nosotros mismos, y muchas veces asumimos que lo que nosotros sentimos, vemos o percibimos, es igual para ellos. Desdeñamos sus miedos y preocupaciones, simplemente porque a nosotros nos parecen absurdas, sin entender que las nuestras propias son muchas veces tan ilógicas como las de ellos o más. ¿O es que el miedo al fracaso tiene más sentido que el miedo al coco? Irrespetamos sus ritmos naturales, por ser diferentes de los nuestros, y los forzamos a acostarse, comer y bañarse cuando nosotros decidimos, y no cuando ellos tienen sueño, hambre y calor.

Prácticamente desde que nacen, comenzamos a irrespetar a nuestros hijos, pretendiendo que sean ellos los que se adapten a nuestro ambiente, a nuestro ritmo, a nuestras necesidades. Luego cuando nuestros hijos empiezan a mostrar más independencia, nos empeñamos en hacerlos "entrar por el aro", en muchas ocasiones sin siquiera preguntarles porque su rebeldía ante nuestras "ordenes". ¿Porque entonces nos sorprendemos cuando esos mismos niños irrespetan a sus padres, hermanos y maestros?

La escuela, aun desde sus niveles mas iníciales, se preocupa mucho menos aun por las individualidades de cada niño, y pretendemos que todos ellos se mantengan sentados por horas, obedezcan reglas, e incluso vayan a hacer sus necesidades en el momento que los maestros deciden. Y si el niño no acepta de buena gana estas regulaciones, entonces lo tildamos de enfermo, le adjudicamos un síndrome de deficiencia de atención y los drogamos para que se queden tranquilitos oyendo sus clases y sin protestar. 

¿Cuántos de nosotros adultos aceptaríamos que nos trataran de esa misma manera?

Cuando aprendemos a tratar a los niños como individuos que merecen respeto, a aceptar sus diferencias y particularidades, aprendemos a escucharlos realmente, como escuchamos a los adultos, a tener empatía con ellos, a ponernos en sus zapatos y tratar de entender su mundo. La comunicación entonces se hace más fluida y ellos aprenden que tienen nuestro respeto, que sus sentimientos son valederos y que pueden compartirlos con nosotros. Así les enseñamos no solamente a respetar a los demás, sino a respetarse a sí mismos, y a exigir que los demás les respeten de la misma manera.

Así que los invito a decirle a todos, especialmente a sus chiquitos, que muchacho si es gente, y merece respeto.

Completo mi reflexión con la letra de una de mis canciones favoritas de Joan Manuel Serrat, Esos locos bajitos:

A menudo los hijos se nos parecen, 
así nos dan la primera satisfacción; 
esos que se menean con nuestros gestos, 
echando mano a cuanto hay a su alrededor.

Esos locos bajitos que se incorporan 
con los ojos abiertos de par en par, 
sin respeto al horario ni a las costumbres 
y a los que, por su bien, hay que domesticar. 

Niño, deja ya de joder con la pelota. 
Niño, que eso no se dice, 
que eso no se hace, 
que eso no se toca. 

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, 
nuestros rencores y nuestro porvenir. 
Por eso nos parece que son de goma 
y que les bastan nuestros cuentos para dormir. 

Nos empeñamos en dirigir sus vidas 
sin saber el oficio y sin vocación. 
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones 
con la leche templada y en cada canción. 

Niño, deja ya de joder con la pelota... 

Nada ni nadie puede impedir que sufran, 
que las agujas avancen en el reloj, 
que decidan por ellos, que se equivoquen, 
que crezcan y que un día nos digan adiós

miércoles, 8 de junio de 2011

Perdonar es de sabios

La semana pasada escribí aquí acerca de equivocarse y de admitir nuestros errores. Hoy quiero compartir algunas referencias con respecto al perdón.

Como padres estamos muy acostumbrados a perdonar a nuestros hijos. Por mucho que queramos que sean cada vez mejores y que tengamos grandes expectativas para ellos, siempre estamos dispuestos a perdonarlos cuando fallan o se equivocan, a darles consuelo cuando las cosas no les salen como ellos quieren. Desde el amor inmenso que les tenemos, no podemos hacer otra cosa que perdonar compasivamente sus omisiones, sus travesuras, y hasta las cosas de sus personalidades que no nos gustan tanto.

Lamentablemente, muchos de nosotros no estamos tan dispuestos a perdonar cuando se trata de nuestros propios errores. No solo como padres, sino como seres humanos, siempre nos estamos recordando nuestros defectos, nuestras fallas, las cosas que deberíamos haber hecho de otra manera. Una vez leí que ese estado de culpa constante es el verdadero infierno del que se habla en las escrituras...el fuego siempre ardiente de la culpa.

Cuando nació mi primer hijo recuerdo sentirme culpable cada día: si no me daba tiempo de bañarlo, si no lograba que durmiera lo suficiente, si pasaba demasiado tiempo con el pañal mojado, si lloraba, si llevaba los zapatos sucios al colegio, si no se comía la merienda...en fin, una lista interminable de culpas. Luego me di cuenta de que no podía controlarlo todo, de que mi hijo estaba bien, y que a pesar de mis errores de madre primeriza, el me perdonaba y me amaba igual. No fue fácil darme cuenta de esto por mí misma. La vida me puso un signo grande de “pare” frente a los ojos. Mi cuerpo se detuvo y yo me tuve que detener a ver que pasaba.

Los sentimientos de culpa generan una energía negativa y una ansiedad que lejos de ayudarnos a crecer como personas, nos bloquea la energía, nos llena de miedo y nos paraliza. Muchas de las enfermedades que nos agobian en este mundo moderno se derivan de estos sentimientos de incapacidad. Entonces como

Siempre me he preguntado porque nos cuesta tanto perdonarnos a nosotros mismos las cosas más nimias, y perdonamos con tanta facilidad en otros las cosas más graves. ¿Donde aprendemos a tratarnos con tanta crueldad a nosotros mismos? ¿En qué momento de nuestro desarrollo aprendemos a ser tan duros? ¿Cómo prevenimos que nuestros hijos sean de la misma manera?

Muchas veces sin darnos cuenta, les enseñamos a nuestros hijos que tienen que “merecer” nuestro amor. Les decimos con nuestra actitud y nuestro lenguaje corporal que cuando se “portan mal”, es decir, cuando no hacen lo que nosotros esperamos de ellos, no tienen nuestro afecto. Los castigamos cuando lloran para expresar sus necesidades. Los hacemos sentir que hay algo malo intrínseco en ellos cuando hacen algo mal. Entendemos como disciplina el decirle al niño que es malo, que es irresponsable, que es egoísta, que es sucio… Así poco a poco les vamos enseñando que ellos son intrínsecamente malos, y que tienen que esforzarse en “ser buenos” para que la gente, aun la más cercana a ti, te quiera y te acepte. Vamos desde pequeñitos aprendiendo a no confiar en nuestros instintos, en lo que sentimos, sino en buscar la aprobación externa de lo que hacemos.

Si queremos que nuestros hijos no vivan en el mundo de la culpa, y para que aprendan a perdonarse, debemos comenzar a enseñarles desde bebes que equivocarse está bien, que expresar sus sentimientos está bien, que aun cuando se “porten mal” siguen siendo “buenos” en su esencia, en su interior. Nosotros como padres debemos aprender a perdonarnos también a nosotros mismos, a reírnos de nuestros propios errores, a celebrar nuestros fallos, y a confiar en nuestra esencia y nuestros instintos.

lunes, 30 de mayo de 2011

Las mamás nunca nos equivocamos

¿Qué los padres nunca nos equivocamos? Claro que nos equivocamos, nos equivocamos mucho. Nos equivocamos siempre. Nos equivocamos con la mejor de las intenciones, nos equivocamos por luchar contra nuestros instintos, nos equivocamos repitiendo esquemas. Nos equivocamos para hacer el mundo mejor, más humano, mas imperfecto.

Cuando yo era niña, era imposible pensar que los papas se equivocaran. Si alguna vez nos atrevíamos a contemplar esta posibilidad, sabíamos simplemente que no podíamos decirlo. ¿Quién se atrevería a decirles a esos padres distantes y elevados, que nosotros pequeños niños podíamos saber más que ellos acerca de cualquier cosa? Era totalmente inconcebible. Decirle a un padre que se equivocaba en algo, era considerado una terrible falta de respeto. 

Mis primeros actos de rebeldía, ya bien entrada en la adolescencia, consistían en retar a mis padres y decirles que estaban equivocados. Recuerdo que la primera bofetada que me dio mi papá en mi vida, fue en uno de esos enfrentamientos, donde yo osaba a no quedarme callada, y continuaba refutándole con argumentos lógicos, todo lo que él me decía. El pobre de mi padre, que no estaba acostumbrado a verse arrinconado por la lógica de una muchachita como yo, al quedarse sin argumentos, termino la conversación plasmándome la mano en la cara. Debo confesar que, aunque me dolió la bofetada, fue un pequeño triunfo para mi ego. Y mi pobre papi se sintió terrible por días, casi sin poder verme a la cara. 

Por supuesto que nuestros padres se equivocaban también, y mucho. Se equivocaban y, al igual que nosotros hoy en día, muchas veces no tenían ni la más mínima idea de lo que estaban haciendo. La diferencia es que nuestros padres nunca se planteaban siquiera la posibilidad de estar equivocándose. Para ellos esa duda significaba perder su poder como figura de autoridad para sus hijos, y por lo tanto, perder el control de la disciplina. Y como esa disciplina era la base de la educación de los hijos, esto era impensable. Por eso nunca dejaban abierta esa posibilidad. 

Hoy en día las cosas han cambiado mucho. Los padres estamos más conscientes que nunca de que nos equivocamos. Creo que si algo nos caracteriza a los padres de mi generación es que tenemos muchas dudas e inseguridades acerca de la mejor manera de criar a nuestros hijos. Con unos niños que están rodeados de información por todos lados, es muy difícil pretender que sabemos más que ellos. Además, muchos de nosotros no queremos ser como nuestros padres, inaccesibles y lejanos. Queremos ser amigos de nuestros hijos, pero al mismo tiempo queremos educarlos y controlarlos, y como la única manera que hemos conocido es lo que hemos vivido, es decir a través de la disciplina clásica, se nos hace dificilísimo conjugar ambas cosas.

Por otro lado, es muy duro para nosotros exponer nuestras debilidades y miedos como padres. Nos sentimos que si dejamos saber a nuestros hijos que tenemos dudas, ellos podrán hacer con nosotros lo que quieren. Que perdemos el poder sobre ellos.

Mi visión es que en la relación padres/hijos no debería existir la palabra poder. Creo que la única palabra que cabe allí es el amor. Y es maravilloso dejar ir la necesidad de controlar todo, en nombre del amor. He ido aprendiendo el milagro liberador de aceptar mis equivocaciones y limitaciones y de pedir perdón. No he perdido su respeto por ello, más bien al contrario. Nuestra relación se basa en un profundo respeto del otro como seres humanos que aprenden y crecen juntos. Creo además que dándole el ejemplo de que equivocarse esta bien, y que es a través de los errores que cometemos que aprendemos y crecemos, le estoy enseñando a aceptarse con sus errores, sin culpabilidad, sin vergüenza. 

Asi que, en mi casa por lo menos, mamá (y papá) si se equivoca, y pide perdón. Lo hablamos, lo conversamos y hasta le buscamos soluciones. No se si será la mejor manera, pero nos ha funcionado bien. Los invito a probar.

jueves, 26 de mayo de 2011

No tienes los pies torcidos, es que tu caminas asi.

Ayer el nuevo medico ortopedista de Diego me dijo algo que me hizo pensar. El muchacho (por que era un muchachito) me miro muy seriamente y me dijo "Si señora, su hijo no camina perfecto, nadie lo hace, todos tenemos nuestra propia manera de caminar, de gastar los zapatos...pero ¿porque tenemos que empeñarnos en que todos caminen igual?". La verdad es que, luego de un par de años de botas ortopédicas, fue casi un alivio su  respuesta. Diego salió contentisimo del consultorio gritando "Soy libre!!".

Mas tarde ya en la casa. me puse a pensar en lo que el medico me había dicho. La verdad es que las mamás estamos constantemente mirando a nuestros hijos y comparandolos con otros niños, un poco para saber si nuestro hijo es "normal". Las madres sobre todo las primerizas nos obsesionamos con las etapas de desarrollo de nuestros bebes y nos angustiamos cuando alguno de estos hitos se retrasan. Lo cierto es que nos olvidamos que los seres humanos somos todos distintos y que lo normal no existe. Todos somos normales: los que tenemos pelo liso, los que tenemos los dientes torcidos, los que no nos gusta la matemática, los que somos gorditos, y hasta los que caminamos con los pies abiertos.

¿Cómo podemos pedirle a nuestros hijos que se acepten como son, y que acepten y celebren sus diferencias con los demás, si siempre estamos como padres haciendo comparaciones?

Como padres debemos lograr un dificil equilibrio entre estimular a nuestros hijos para que sean cada vez mejores, pero sin olvidar que son individuos con habilidades y limitaciones, con gustos y preferencias, con personalidades diferentes, y que son estas peculiaridades lo que los hace unicos e irrepetibles. De esta manera les enseñamos que ellos son valiosos por lo que son, y que cada ser tiene un valor intrinseco, mas alla de lo que tiene, y de sus características físicas, o de su personalidad. Podemos decidir que nos gusta o no esa persona, pero no tratar de amoldarla a nuestros deseos, o ridiculizarla por ser diferente a los demás. Esta es la base de unas sanas relaciones humanas, basadas en el respeto y la dignidad.

lunes, 16 de mayo de 2011

Yo te mande a los mejores colegios

Finalmente la semana pasada, despues de varias semanas de angustia, mi hijo mayor fue oficialmente aceptado en el 1er grado de educación primaria en su nuevo colegio. Los orgullosos padres de los pocos afortunados en conseguir el cupo, fuimos llamados a una reunión. Contentos y llenos de expectativas, fuimos esperando una bienvenida. Lamentablemente, por lo menos yo, sali un poco asustada y deprimida de esta reunión, y a continuación les comento mi experiencia. 

La primera impresión fue la de un preso recibiendo instrucciones antes de entrar en la carcel. "Hacemos esta reunión -nos explicaron- para que sepan cuales son las reglas antes de inscribir a sus hijos. Asi que, si no estan de acuerdo, ya saben que no deben inscribirlos". Horarios, restricciones a los uniformes, al corte de cabello, a la conducta...fueron casi 2 horas de "no se permiten". Es comprensible que para controlar tantos niños se requiera de ciertas reglas, pero de verdad es que me sentí agobiada y algo asfixiada.


Lo peor es que la mayoria de los padres pensamos (pensabamos!) que ese tipo de disciplina es buena para nuestros hijos, y de hecho casi que sinonimo de una buena educación. Inclusive he escuchado a docentes de profesion recomendarme un determinado colegio, porque "alli le ponen disciplina a los niños". Yo la verdad es que hasta tener hijos, pensaba de la misma manera. Creia que educar a los hijos era cuestion de ponerles reglas claras y castigos cuando estas reglas eran rotas. Hoy en día se que las cosas no son tan simples. Que hay etapas del desarrollo de los niños que requieren flexibilidad, que el juego es esencial para los pequeños, que aprender contenidos sentados en un pupitre no es educación. La disciplina para mi tiene un nuevo significado, que implica escuchar, explicar, corregir, pero sin castigos humillantes, sin calificativos, y dandole siempre al niño la oportunidad de desarrollarse como ser humano.

Para completar nuestra visita al colegio, la psicopedagoga nos llamó al final de la reunión para hacernos firmar un "compromiso" de que antes de que el niño se incorpore al colegio en septiembre, debemos haber corregido la forma en que sostiene el lápiz (usando unos correctores especiales) y trabajar en los trazos de las letras corridas, los cuales no son "perfectos". Yo no pretendo ser una experta en el tema, pero creo que exigirle a un niño de seis años, que aun esta en preescolar, que haga los trazos de las letras cursivas al estilo de la caligrafia Palmer es un poco absurdo. Ya me parece bastante que se le exija a esa edad el niño sepa leer, escribir, sumar y restar. Si me dijeran que hay que trabajar mas la motricidad fina, hasta podria estar de acuerdo, pero que me diga una psicopedagoga que el niño no está haciendo las colitas de la letra a como deben ser, me parece una locura.


Nadie del colegio nos habló de la filosofia del mismo, de la metodologia, de objetivos, de que nos ofrece el colegio a los padres y a los niños. Nadie nos preguntó que queríamos para nuestros hijos, ni nos plantearon los programas educativos. No se conversó acerca de la participación y compromiso de los padres en la educación. Tampoco el colegio firmo ningún "compromiso" con nosotros. En otras palabras, cero dialogo, todo impuesto. Y por supuesto nadie preguntó acerca de estos temas. Pareciera que todos estaban muy preocupados por el aspecto logístico del colegio (a que hora lo recojo, donde compro el uniforme, etc.) pero muy poco en lo que le van a enseñar a los niños alli. Es como si fuese un alivio dejar ese asunto en manos de otros.

Dos reflexiones me quedan al respecto: en primer lugar, que a pesar de los increibles cambios que han ocurrido en el mundo y la sociedad, particularmente en el mundo de la pedagogia, la educación formal continua siendo preocupantemente similar a la que tuvimos nosotros en su momento. Por ejemplo, sabiendo como lo sabemos hoy la importancia de la actividad física para la salud, ¿como es posible que solo se de una hora de educación física a la semana? ¿Cómo puede ser que solo tengan media hora de recreo en toda la mañana, cuando se sabe que los lapsos de atención de los niños son cortos y requieren de periodos de relax cada cierto tiempo? ¿Cómo es posible  que siendo tan importante la cantidad adecuada de sueño en un niño para su desarrollo y crecimiento, se sigan iniciando las clases a las 7 de la mañana? Mas importante que todo eso, como se sigue considerando educación la simple transmision de conocimientos y no el desarrollo completo de la personalidad. ¿Cuando se trabaja la creatividad, el pensamiento critico, el desarrollo emocional, etc, etc.?

La otra reflexión tiene que ver con la actitud de los padres. Nos hemos acostumbrado a aceptar la educación que reciben nuestros hijos sin ni siquiera pensar que es lo que aprenden nuestros hijos cada dia. Inclusive en aquellos colegios privados carisimos y super cotizados entre los padres, porque son "los mejores colegios", la situación es la misma. Parte del problema es la falta de ofertas alternativas. Antes habían muchas ofertas distintas de educación: colegios experimentales, religiosos, militares, etc. Hoy en dia casi todos los colegios aplican el modelo clásico de educación académica. La escasa oferta tambien hace que exista una especie de indolencia, del clásico "esto es lo que hay, tomelo o dejelo". Pero tambien es clara la apatia de los padres, que no exigimos por el precio que pagamos. Tal vez no le damos la importancia necesaria a la educación de nuestros hijos, mas alla del nombre y prestigio del colegio, o quizas no tenemos la información necesaria para exigir mejores cosas. Como padres tenemos el deber de informarnos tambien sobre esto, y exigir la mejor educación para nuestros hijos.






domingo, 8 de mayo de 2011

El mejor regalo que puedes darme en el dia de la madre, es estar aqui.

Llevo varios dias pensando en que escribir en el blog para el dia de las madres. Despues de todo, este es un blog acerca de la maternidad, asi que no seria apropiado dejar pasar por debajo de la mesa este dia. Pero para ser honesta yo no creo que el dia de las madres sea otra cosa que otro dia mas. Me parece un poco patético que las madres necesitemos de un día para que se reconozca nuestra labor. Me parece que con comprarle un regalito a la vieja en este dia, pareciera que solo sirviera para aliviar el sentimiento de culpa de los que nunca tienen tiempo para ella.

Para mi este dia no debería ser el Dia de la Madre, sino el dia de la Maternidad, donde realmente se celebrara como algo hermoso y maravilloso, y no como un enorme sacrificio que hacemos las mujeres por nuestros hijos. Que las madres seamos seres resplandecientes de luz, llenas de felicidad y satisfacción, y no un viejita triste llena de canas y arrugas, con lagrimas en los ojos y manos retorcidas de tanto lavar, que ruega a sus hijos que por lo menos este dia, esten con ellas.

El dia de la madre debería ser un dia para que celebremos y demos gracias todas las madres del mundo, y  no sus hijos. Porque somos realmente las madres las que somos bendecidas por la vida, las que tenemos acceso a algo que mucha gente nunca llega a tener: el poder de amar incondicionalmente, sin medida y sin limites. Una gran fiesta llena del placer de dar amor, y de abrir nuestros corazones para recibirlo, y de crear vida.

Cuando dejemos de ver la maternidad como algo terrible y sufrido que se premia una vez por año con un obsequio que probablemente no necesitamos ni nos hace felices, y empecemos a realmente sentir que es una razón para celebrar en grande el milagro de la vida porque esta lleno de obsequios cada dia, entonces el mundo sera un poquito mejor para todos.

martes, 3 de mayo de 2011

Ojo por ojo todos se quedan ciegos

La venganza es el tema de mi blog de hoy. No puede ser de otra manera, considerando los acontecimientos desatados por el asesinato de Bin Laden. Con horror vimos en las noticias, en la television y en las redes sociales, como se celebraba este hecho con fiestas, bailes y fuegos artificiales. Con orgullo se anunció la noticia como un gran triunfo en contra del terrorismo. Por fin muchos saborearon la vengaza.

Mi primera reacción, como la de muchos, fue de repudio y de asombro ante este despliegue de odio y de salvajismo. Es cierto, yo no fui victima directa de los ataques del 11 de Septiembre y no perdí a ningún familiar en esa tragedia deplorable, por lo tanto ni puedo atreverme a tratar de comprender como pueden sentirse esas personas, pero aún asi me cuesta imaginar que si asi hubiera sido, estuviera celebrando la muerte de este hombre de la manera que hemos visto. 

Con satisfacción vi que mucha gente en las redes sociales se pronunciaba al respecto de esta noticia, manifestando su desagrado. Algunos comentaban que esas celebraciones ponian a las victimas en el mismo nivel de los terroristas que alguna vez fueron sus victimarios. Y me puse a pensar como madre como le explicaria yo a mis hijos lo que estaba sucediendo, y que enseñanza podia darles que les fuera util para su vida.

Uno de los temas mas dificiles de tratar para mi en la crianza de mis hijos varones es el manejo del concepto de la venganza entre los niños. Entiendo que desde el punto de vista biológico hay cierto nivel de agresividad natural que los varones descargan en juegos mas o menos violentos entre ellos. En el mundo animal donde la regla es la supervivencia del mas apto, estos juegos les ayuda a mejorar sus habilidades de lucha para poder defenderse. Pero como seres humanos siempre se llega a un punto donde hay que poner limites. Yo siempre le he dicho a mi hijo mayor que no debe golpear a nadie, pero confieso que a veces no es tan simple. Cuando tu hijo llega del colegio o del parque con un ojo morado o un chichón, o llorando porque un niño le pegó, la tentación de todo padre es decirle "¿Y tu porque no te defendiste?".  Tengo un amigo que cuenta que si llegaba a la casa llorando porque alguien lo habia golpeado, su mama lo castigaba a correazos por no haberse defendido. Me atreveria a decir que la mayoria de los padres que conozco consideran que esta bien que el niño devuleva los golpes que recibe. Pero ¿hasta que punto es correcto que el niño golpee a otro para defenderse? Como padres queremos proteger a nuestros hijos y que no sufran, pero ¿es realmente devolviendo la violencia con mas violencia que garantizamos esto? 

Lo cierto es que nuestra cultura esta llena de referentes que aupan y veneran el concepto de la venganza como algo bueno. Desde los superheroes hasta los cuentos de hadas, todos los niños aprenden desde muy pequeños, que el malo debe sufrir, y que si alguien es malo se merece los golpes, las caidas, el abandono y hasta la  muerte. Incluso algunos padres enseñan a sus hijos que la violencia física es un castigo valido cuando se "portan mal". Entonces ¿cómo le explicamos a nuestros hijos que las imágenes de la gente celebrando en las calles el asesinato del "malo" sea algo repudiable? Hasta que punto somos hipocritas cuando criticamos lo que sucedió con Bin Laden y al mismo tiempo le decimos a nuestro hijo que esta bien que lastime a alguien cuando a el lo han lastimado.

La verdad es que yo no tengo la respuesta a estas preguntas. A mi hijo siempre le digo que si alguien le pega busque un adulto para que medie, pero es cada vez mas dificil que el entienda este concepto, cuando no es lo que otros niños usan, lo que ve en la tele, lo que ve a diario en su entorno...Creo que mi responsabilidad como padre es enseñarle que la violencia no es la manera de solucionar los problemas, que el dialogo es la manera humana de hacerlo. Pero confieso que a veces, en este mundo loco en que vivimos, me pregunto si de verdad es asi, si al final no somos en el fondo animales donde la biologia sigue mandando, donde gana el mas fuerte. Sería maravilloso poder creer que no es asi.

viernes, 29 de abril de 2011

Dejate de andar creyendo en cuentos de hadas

Eso si es verdad que me lo dijo mi mamá muuuuuuuuchas veces. Siempre he sido una soñadora. Hoy con los ojos todavia húmedos despues de ver la boda real, confirmo que sigo siendolo.  Y no es que yo quisiera estar en los zapatos de esta hermosa princesa moderna, con menos ilusiones que Lady Di en su momento, con mucha mas experiencia, sin prueba de castidad, pero seguramente igual de enamorada. Nunca me he sentido identificada con princesas y con Barbies. Mi romanticismo es de otro tipo, de caballeros y dragones, de damisela rebelde, de luchas por igualdad . La verdad es que no le envidio ni un poquitin la posición a ninguno de los protagonistas de tan magno evento, que como aprendimos con la tragica vida de la madre del novio, a pesar de todos sus lujos y glamour, no son mas felices que ninguno de nosotros, que tenemos la libertad de hacer de nuestras vidas lo que queramos. 

Si soy una soñadora, y a pesar de que por ser asi me he llevado muchos tortazos en la vida, no creo que valga la pena vivir de otra manera que no sea soñando. Mamita linda, lo siento mucho, sigo creyendo en cuentos de hadas. Tengo los pies puestos en la tierra, pero aun sueño con volar. Y quisiera que mis hijos sean soñadores toda su vida, que sueñen lo que parece inalcanzable, que sueñen bonito, que sueñen libres...

Quizas por eso esta boda de principes me conmovió mucho. Primero por la respuesta que despertó en la gente, lo que me hace pensar que alrededor del mundo aun hay muchos soñadores sentimentales, que creen en el amor verdadero y que lo celebran como si les sucediera a ellos. 


En segundo lugar, porque la euforia popular que se vivia en las calles de Londres, demuestra que la gente aun tiene un gran respeto por sus instituciones, cosa que aqui en el "nuevo" mundo no entendemos. Para los ingleses su monarquia es parte de su patrimonio cultural, de su historia, de ellos...por eso para ellos la boda de Guillermo es casi la boda de un familiar.

Finalmente, me conmovió ver como los organizadores de esta ceremonia, relativamente sencilla dada la investidura de los implicados, se esmeraron en incluir a todas las regiones del reino en la simbologia de la misma, reforzando la idea de la unidad...irlandeses, escoceses, galeses...todos representados en este acto. Yo quisiera que en mi país todos fueramos representados, todos fueramos tomados en cuenta, todos nos sintieramos parte de algo.

Ese sueño parece en este momento histórico muy lejano, pero sigo soñando que sea realidad para mis hijos.