lunes, 25 de junio de 2012

Perdón, amor y gracias.


Desde hace unos meses estas tres palabras aparecen en mi vida a cada paso. Pareciera que el Universo las ha puesto una tras otra, en sucesión, como los durmientes sobre los cuales construir una guía para el camino. La ruta sobre la cual voy siendo llevada mansamente, casi sin darme cuenta, al destino que es mi vida. Perdón, amor, gracias, perdón, amor, gracias, perdón, amor, gracias.

Las tres palabras se entretejen y esconden en cada cosa que leo, en cada canción, en cada conversación. Como si con ellas ya todo estuviera dicho. Y me voy dando cuenta de que con cada una voy encontrando las respuestas a todo.

Por eso quería colocar aqui unas palabras de reflexión acerca de la importancia de educar a nuestros hijos en la disciplina de perdonar, de dar gracias y de amar.

Perdonar es un arte humano que hemos ido olvidando. Muchas veces guardamos rencores y memorias de lo pasado. Muchas veces nos sentimos culpables por lo que hicimos y no hicimos. Pensamos que perdonar es síntoma de debilidad. Lo cierto es que el perdón es uno de los regalos más maravillosos que puede darnos el universo. El perdón es la base de la esencia del ser humano, porque gracias al perdón nos podemos dar la oportunidad de crecer, a través del aprendizaje que nos dan nuestros errores.

A menudo les exigimos a nuestros hijos que sean casi perfectos, y en ese afán no nos permitimos perdonar ninguna falla. Lo mismo nos hacemos a nosotros mismos. Castigamos los errores cometidos y nos justificamos diciendo que lo hacemos por amor, porque queremos lo mejor para ellos. Hemos oído hasta el cansancio que si cedemos, nuestros hijos tomaran ventaja de nuestra debilidad. Así que no nos damos el lujo de perdonarlos, aun cuando eso sea lo que nuestro corazón anhela, y lo que podría darles a ellos la paz de saber que su verdadero valor no depende de lo que ellos hagan. 


Lo cierto es que en muchas ocasiones es el ego el que nos impulsa. Preferimos tener la razón que tener la paz. Presumimos los triunfos de nuestros hijos como nuestros, pero de igual manera deberíamos presumir sus fracasos, porque es a través de ellos que se hacen humanos y crecen.

Por eso te invito a perdonar. A perdonarte en primer lugar a ti misma por tus errores como madre. Y te invito a perdonar a tus hijos, cada vez que puedas. Enseñémosle con el ejemplo a nuestros pequeños el valor del perdón. Aprendiendo a perdonarse primero, es como aprendemos a perdonar a los demás. Y perdonando a los demás y a nosotros mismos nos liberamos de un enorme peso, y disfrutamos de la paz.

La próxima semana seguiré conversando acerca de estas tres palabras, y de la importancia de darle prioridad a su enseñanza a nuestros niños.





miércoles, 20 de junio de 2012

Acepta lo que la vida te trae



Estoy trabajando en unos escritos acerca de la actitud hacia las enfermedades, y como cambiando nuestra actitud podemos influir en el tratamiento de las mismas. Esencial en este proceso es el aceptar la enfermedad. Pero escribiendo al respecto, me he dado cuenta de que la aceptación es un proceso primordial para determinar cómo vivimos. 

El verbo aceptar es definido por la Real Academia Española como "Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, ofrece o encarga". La vida cada día nos ofrece múltiple situaciones, retos y oportunidades. Sin embargo nosotros muchas veces nos oponemos a estas situaciones y nos negamos a recibirlas. Creemos que es nuestra responsabilidad cambiarlas. Creamos así una resistencia que nos deja exhaustos y nos arrebata el gozo. Afrontamos la vida como una lucha, donde cada día se convierte en una batalla contra las situaciones que nos afectan. Nos empeñamos en cambiar las situaciones y las personas, en lugar de hacer el cambio en donde realmente importa, que es en nuestro interior.

Aceptar lo que sucede en tu vida, sea bueno o malo, es el primer paso para ser feliz. Aceptar no significa resignarse. Aceptar es tener conciencia de cómo nos afecta lo que sucede alrededor de nosotros, y tomar una decisión acerca de cómo deseamos reaccionar a ese evento.

Los niños son especialistas en aceptar. Puede ser que nos hagan un berrinche cuando les decimos que tienen que bañarse, pero una vez que están dentro de la ducha, se divierten montones, y resulta que luego no quieren salirse.

Plantéate hoy la posibilidad de aceptar de buena gana lo que suceda en tu día. Te darás cuenta de que cada pequeña cosa puede ser recibida con la visión de aprender de ella, de usarla para crecer, para mejorar. Te sentirás mucho mejor casi de inmediato.

“Cuando tomas la decisión de aceptar, te das cuenta de que es una actitud sanadora para muchos aspectos de tu vida. Te permite un espacio de reflexión e introspección, y te da una nueva perspectiva. La vida no es buena o mala, depende de nuestra actitud el convertir cada cosa que nos sucede en un drama, o en una oportunidad de crecer y cambiar. La aceptación no es sinónimo de resignación, todo lo contrario”.


miércoles, 13 de junio de 2012

Hay que ser responsable

La semana pasada una casualidad (??) me llevó a encontrarme con una interesante pagina que se llama Amarse a uno mismo y les invito a leerla. Llegué alli a través de un link que hablaba de la técnica de Ho’oponopono para sanar. Esta técnica se base en asumir que nosotros somos responsables de lo que pasa en nuestro mundo. En una cita textual "... la total responsabilidad se extiende a todo lo que está presente en tu vida, simplemente porque está en tu vida. Es tu responsabilidad en un sentido literal. Todo el mundo es tu creación".

Esta lectura me hizo pensar en lo que significa ser responsable de nuestros actos, y lo importante que es enseñarle esto a nuestros hijos. Acostumbramos a hablar de responsabilidad como una pesada carga que debemos cumplir: "es tu responsabilidad hacer las tareas" o "tu vas a ser responsable de lo que pase si no haces lo que te digo". Pero la realidad es que hay un nivel importantisimo de responsabilidad que no le enseñamos a nuestros hijos, simplemente porque no tenemos la conciencia de la misma. Es la responsabilidad sobre los propios sentimientos. La responsabilidad de cuidar de nosotros mismos. La responsabilidad de escoger la actitud con la cual afrontamos las situaciones del día a día. Nosotros como padres y como adultos evadimos muchas veces esta responsabilidad.


¿Cuántos de nosotros no nos hemos sentido víctimas de las cosas que pasan alrededor? Nos olvidamos que sólo nosotros podemos decidir cómo nos sentimos con respecto a lo que pasa fuera de nosotros. Es decir, nos olvidamos de que somos responsables de cómo nos sentimos. Si nos sentimos mal en una situación determinada, siempre podemos tomar la decisión de quedarnos o irnos, de engancharnos o dejar ir, de quejarnos o de resolver, de aprender, de perdonar.

Es importante tomar conciencia del inmenso poder que significa la posibilidad de elegir dentro de nosotros la actitud que tenemos ante lo que nos sucede cada día. Es parte de nuestra esencia. 

Enseñémosle a nuestros hijos esta poderosa herramienta. Desde las cosas más sencillas, desde la cotidianidad. A partir de nuestra propia experiencia, con nuestro ejemplo, demostrémosle que siempre se puede escoger entre una actitud positiva y ganadora, y una derrotista y vicitimizante, entre crecer y aprender o sentirme inferior y derrotado. Y el que puede escoger la actitud eres tú, y solo puedes cambiarla en el momento en que tomas conciencia y desde el presente, tomas esa decisión.

Les estaremos dando una de las más grandes herramientas, el control sobre su vida y lo que les sucede. Y así, juntos seguiremos creciendo, aprendiendo y avanzando.

miércoles, 6 de junio de 2012

Tienes que quererte a ti misma

Cuando uno decide tener hijos, comienza a pensar recurrentemente en el futuro. Cada día de la vida de los padres esta signado por una imagen de los hombres y mujeres que quieren que sean sus hijos, y en base a eso vamos educando a nuestros niños. Algunos padres quieren que sus hijos tengan lo que ellos no tuvieron. Otros quieren que sus hijos vivan una vida que ellos hubiesen querido vivir: ser pianistas, ser abogados, viajar, tener una boda de ensueño. Casi todos tenemos fantasías donde vemos a nuestros pequeños recibiendo medallas en las olimpiadas, y hasta el premio Nobel: Nos sentiríamos tan orgullosos. Nos sentiríamos unos padres triunfadores, pero pocas veces nos preguntamos cómo se sentirían ellos. Tratamos de darles todas las herramientas que les permitan "triunfar" en el mundo: karate, inglés, pasarela, etiqueta....aun cuando es probable que las mismas herramientas sean completamente inútiles en el mundo de dentro de 15-20 años. El otro día recordábamos con mi esposo cuantas horas de escuela perdimos aprendiendo taquigrafía, mecanografía, dibujo técnico, caligrafía Palmer...cosas completamente inútiles en el mundo de hoy en día. 

Yo he pensado mucho en esto. Trato de imaginarme que serán de grande mis muchachos. Me resulta difícil imaginarlos adultos. Pero de algo estoy segura: no importa lo que yo quiera o desee para ellos, serán ellos los que decidan. Y yo solamente podré estar allí para apoyarlos y darles ánimo en lo que decidan. Lo único que yo quiero para ellos es que sean felices. Sí, así de sencillo, que sean felices, que tengan paz en su corazón. Mas allá de que sean exitosos, yo quiero que disfruten de su vida y que a través de su felicidad puedan llevar felicidad a los que están a su alrededor. Como madre mi deseo es darles los fundamentos para que ellos construyan esa felicidad. Y a mi entender el amor es la base, la garantía de una vida feliz: yo quiero que se sientan amados cada día para que sepan lo valiosos y hermosos que son, y puedan conocerse, aceptarse y amarse a ellos mismos, y así amar sin miedos ni restricciones a los que están a su alrededor.

¿Cómo se enseña a amar? En primer lugar, amándolos por supuesto. Comprendiendo la importancia de amarlos y de hacerlos sentir amados, que no es necesariamente lo mismo. Cada día, a cada minuto. Cuando son adorables y encantadores, y cuando lloran sin parar por horas. Cuando hacen sus tareas, y cuando no quieren hacerlas. Cuando son todo lo que siempre soñamos en un hijo, y cuando son la peor pesadilla que podamos tener. Solo así les podemos enseñar que el amor está por encima de todas las barreras, y que pueden atreverse a experimentar la vida y equivocarse, y encontrar quienes son realmente en su interior,  sin miedo a dejar de ser amados.

La otra base fundamental para enseñarles a nuestros hijos a amarse, es por supuesto ser nosotros el ejemplo de ello. Recordemos que nuestros hijos aprenden a copiar nuestras conductas y actitudes. ¿Cómo podemos enseñarles a amarse, si nosotros no lo aplicamos a nosotros mismos? Tenemos que aprender a amarnos, a aceptarnos, a perdonar nuestros errores. No es fácil...se requiere un gran trabajo interno para lograrlo, pero es esencial. Es un trabajo de cada día. Cambiar nuestra actitud hacia nosotros mismos. Tratarnos con respeto, y exigir el respeto que merecemos. Cuidar nuestro cuerpo con amor. Cuidar nuestra alma. Eliminar de nuestro vocabulario las palabras despectivas para con nosotros mismos. Rodearnos de belleza, de cosas positivas. Mirarnos al espejo con satisfaccion, y caminar por la vida con la certeza de que somos unicos y especiales. 

Y bueno, en eso andamos. Aprendiendo para enseñar.