miércoles, 6 de junio de 2012

Tienes que quererte a ti misma

Cuando uno decide tener hijos, comienza a pensar recurrentemente en el futuro. Cada día de la vida de los padres esta signado por una imagen de los hombres y mujeres que quieren que sean sus hijos, y en base a eso vamos educando a nuestros niños. Algunos padres quieren que sus hijos tengan lo que ellos no tuvieron. Otros quieren que sus hijos vivan una vida que ellos hubiesen querido vivir: ser pianistas, ser abogados, viajar, tener una boda de ensueño. Casi todos tenemos fantasías donde vemos a nuestros pequeños recibiendo medallas en las olimpiadas, y hasta el premio Nobel: Nos sentiríamos tan orgullosos. Nos sentiríamos unos padres triunfadores, pero pocas veces nos preguntamos cómo se sentirían ellos. Tratamos de darles todas las herramientas que les permitan "triunfar" en el mundo: karate, inglés, pasarela, etiqueta....aun cuando es probable que las mismas herramientas sean completamente inútiles en el mundo de dentro de 15-20 años. El otro día recordábamos con mi esposo cuantas horas de escuela perdimos aprendiendo taquigrafía, mecanografía, dibujo técnico, caligrafía Palmer...cosas completamente inútiles en el mundo de hoy en día. 

Yo he pensado mucho en esto. Trato de imaginarme que serán de grande mis muchachos. Me resulta difícil imaginarlos adultos. Pero de algo estoy segura: no importa lo que yo quiera o desee para ellos, serán ellos los que decidan. Y yo solamente podré estar allí para apoyarlos y darles ánimo en lo que decidan. Lo único que yo quiero para ellos es que sean felices. Sí, así de sencillo, que sean felices, que tengan paz en su corazón. Mas allá de que sean exitosos, yo quiero que disfruten de su vida y que a través de su felicidad puedan llevar felicidad a los que están a su alrededor. Como madre mi deseo es darles los fundamentos para que ellos construyan esa felicidad. Y a mi entender el amor es la base, la garantía de una vida feliz: yo quiero que se sientan amados cada día para que sepan lo valiosos y hermosos que son, y puedan conocerse, aceptarse y amarse a ellos mismos, y así amar sin miedos ni restricciones a los que están a su alrededor.

¿Cómo se enseña a amar? En primer lugar, amándolos por supuesto. Comprendiendo la importancia de amarlos y de hacerlos sentir amados, que no es necesariamente lo mismo. Cada día, a cada minuto. Cuando son adorables y encantadores, y cuando lloran sin parar por horas. Cuando hacen sus tareas, y cuando no quieren hacerlas. Cuando son todo lo que siempre soñamos en un hijo, y cuando son la peor pesadilla que podamos tener. Solo así les podemos enseñar que el amor está por encima de todas las barreras, y que pueden atreverse a experimentar la vida y equivocarse, y encontrar quienes son realmente en su interior,  sin miedo a dejar de ser amados.

La otra base fundamental para enseñarles a nuestros hijos a amarse, es por supuesto ser nosotros el ejemplo de ello. Recordemos que nuestros hijos aprenden a copiar nuestras conductas y actitudes. ¿Cómo podemos enseñarles a amarse, si nosotros no lo aplicamos a nosotros mismos? Tenemos que aprender a amarnos, a aceptarnos, a perdonar nuestros errores. No es fácil...se requiere un gran trabajo interno para lograrlo, pero es esencial. Es un trabajo de cada día. Cambiar nuestra actitud hacia nosotros mismos. Tratarnos con respeto, y exigir el respeto que merecemos. Cuidar nuestro cuerpo con amor. Cuidar nuestra alma. Eliminar de nuestro vocabulario las palabras despectivas para con nosotros mismos. Rodearnos de belleza, de cosas positivas. Mirarnos al espejo con satisfaccion, y caminar por la vida con la certeza de que somos unicos y especiales. 

Y bueno, en eso andamos. Aprendiendo para enseñar.





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