miércoles, 7 de noviembre de 2012

Dale un tecito para que se tranquilize.

Tengo la suerte de tener dos maravillosos hijos varones. Como todos los niños, a mis hijos les encanta jugar y estar en movimiento. El mayor tiene siete años y medio, como el mismo dice con mucho orgullo, y le encanta jugar videojuegos y ver vídeos en Youtube. Es muy bueno en matemáticas, no tanto en educación física, y en general no tiene mucha paciencia. Pero es muy responsable: hace sus tareas solo, y cuando yo llego del trabajo lo ayudo a corregir lo que ya hizo o completar lo que no pudo hacer solo. Su hermanito tiene 2 añitos, y le encanta cantar, bailar y correr. No le gusta sentarse a hacer tareas, pero le gusta colorear.

En resumen, tengo dos hijos muy distintos entre si, con sus cosas extraordinarias cada uno, pero dentro de todo, niños normales. Por eso me sorprendió cuando la nueva maestra de mi hijo mayor, que esta empezando segundo grado, me dijo que el era un niño "nervioso". No entendí que quería decir con eso, y le pregunté. Me dijo que el se paraba, se sentaba, se le caían las cosas...y que en eso perdía mucho tiempo. Efectivamente, mi hijo es así, pero considero, por lo que he visto, que esta es la conducta normal de un niño de su edad. Le pregunté a su maestra, algo sorprendida, si era el único así en el salón y me contestó que no, que tenía varios niños "problemáticos". Es decir que ese comportamiento, que yo encuentro completamente normal, era considerado por la maestra como "problemático". Y como si fuera poco, completó su "diagnóstico" recomendándome que le diera un tecito o unas flores de Bach para que se tranquilizara.

Por supuesto que salí un poco indignada de esta conversación. Me hizo recordar un debate que he seguido ya por algún tiempo con relación a los niños diagnosticados con Síndrome de Deficiencia de Atención e Hiperactividad. Algunos sociólogos consideran el SDAH como un "ejemplo clásico de la medicalización de una conducta diferente, que redefine un problema no médico, como un sindrome clínico" (Parrillo, Vincent (2008). Encyclopedia of Social Problems. SAGE. p. 63.ISBN 978-1-4129-4165-5. Retrieved 2009-05-02.). Mi muy personal opinión es que probablemente existan algunos casos reales de desbalance de neurotransmisores que requieran el uso de medicación, pero que en un alto porcentaje de casos no se justifica que los niños sean diagnosticados y medicados por un comportamiento completamente normal a su edad. Y honestamente me cuesta creer que cerca del 15% de los niños de EEUU sufran de un desorden neurológico y necesiten ser medicados.


Los adultos nos hemos olvidado de lo que es normal en el desarrollo humano, y pretendemos que los niños son un disco duro vacío en el cual grabar información. Nos olvidamos de la importancia del juego, de la actividad física, del descanso, de la creatividad, en nuestro desarrollo como seres integrales. Pretender que un niño que esta en formación se mantenga sentado en una silla, en silencio y concentrado en una labor, por mas de media hora, no es natural.  Por supuesto es mas fácil que lo haga cuando lo tranquilizamos con un tecito o con medicamentos, y probablemente eso haga muy feliz a sus maestros y a algunos padres. Tampoco estoy segura de que  la respuesta de la educación tradicional sea mejor: castigarlo, y hacerlo sentir mal por lo que para el es natural afecta su autoestima y puede dejar importantes secuelas. Además, pensar que todos los niños tienen que tener las mismas destrezas y habilidades, el mismo temperamento, los mismos gustos, es negar la individualidad que nos hace únicos.

Para terminar mi historia, cuando la maestra me preguntó si había algo en casa que causara el "nerviosismo" de mi hijo le conteste que probablemente era mi culpa, porque yo era también así cuando era pequeña: intranquila, habladora, curiosa, inquieta, soñadora. A mi no me dieron ningún tecito, gracias a Dios, porque hoy en día considero que esas características, algunos son algunos de los rasgos mas positivos de mi personalidad. Si no contara con esas cualidades, no tendría la profesión que tengo para empezar, ya que vivo de hablar y de curiosear. 

Supongo que la maestra hubiera querido castigarme por ser tan "contestona", pero afortunadamente no soy una de sus alumnas.










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