jueves, 13 de septiembre de 2012

Lo que tienes y lo que eres son cosas distintas

Una de las cosas que siempre me ha preocupado con relación a la crianza de mis hijos, ha sido educarlos para que valoren las cosas en su justa medida. La presión social y publicitaria para tener y tener cosas es siempre muy fuerte. Y seamos honestos, todos deseamos tener cosas bellas, sofisticadas, útiles y modernas en nuestras vidas. No hay nada de malo en eso. El problema surge cuando empezamos a pensa que lo que tenemos define lo que somos. Los adultos estamos tan confundidos con este tema, tan desconectados de nuestro verdadera esencia, que hemos realmente llegado a creer que somos mejores o peores que el vecino porque tenemos un carro último modelo, o un teléfono más moderno. Lo cierto es que las cosas no nos llenan ni nos definen, pero estamos tan cegados que solamente nos damos cuenta de que es así, cuando por fin tenemos estas cosas. Eso explica por que tanta gente exitosa, con mucho dinero, y con todas las cosas que el dinero puede comprar, llevan una vida triste y miserable, y terminan sus vidas en las drogas, el alcohol y hasta el suicidio.

Lo mismo le pasa a nuestros hijos. Pasan semanas soñando con un juguete que vieron en la tele, o algo que tiene un amiguito del colegio. Y cuando por fin lo obtienen, juegan 15 minutos con él, y se dan cuenta de que no son todo lo felices que creian que serían, y seguro no mas de lo que eran antes. Se les genera entonces una sensación de frustración, de anticlimax, que los deja buscando algo nuevo que desear. Esto puede generar un terrible circulo vicioso de insatisfacción, que si no se controla a tiempo puede terminar muy mal.

Por eso es importante hablar con nuestros hijos acerca del valor de las cosas materiales, y hacerles ver que lo que ellos quieren realmente no es el objeto, sino la emoción que ese objeto despierta en ellos. Y ayudarlos a entender que esa emoción pueden obtenerla con ese objeto, pero también de otras maneras. De esa manera, su mundo y su felicidad no girara exclusivamente alrededor de lo material. Entender que detrás de cada cosa material realmente esta lo que ese objeto genera en nosotros, y que eso puede ser distinto para cada uno, es clave para que tanto ellos como nosotros aprendamos a colocar nuestro enfoque en la experiencia que buscamos, y no en el objeto.

Puede no ser tan sencillo. En primer lugar tenemos que hacer el trabajo en nosotros mismos, para poder hablarles con propiedad y enseñarles con nuestro comportamiento y no solo con nuestras palabras. Si nosotros definimos nuestro valor con lo que tenemos, nuestros hijos harán lo mismo. Si podemos sentirnos llenos de otras maneras, también ellos aprenderán eso. En muchos casos para nosotros como padres complacer a nuestros pequeños comprándoles lo que quieren puede ser una manera de conseguir una experiencia propia (sentirnos mejores padres, más generosos, poderosos, etc). Si es así, es importante ver que necesidad tratamos de satisfacer y hacerlo de otras maneras. Esto requiere un esfuerzo mayor como padres, hay que ser muy pacientes para orientar a nuestros niños en formas de identificar sus carencias emocionales, y muy creativos para buscar formas alternativas de satisfacer esas necesidades. Sin duda es más sencillo salir corriendo y comprar lo que piden para llenar su tiempo, que dedicarles nuestro tiempo y atención. Pero a la larga el precio que podemos pagar por nuestra comodidad es muy alto, y puede llegar a comprometer la felicidad de nuestros hijos.

Así que antes de correr a comprar ese juguete que sabes que hará feliz a tu hijo, piensa de que otra manera puedes hacerlo feliz.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Cuida lo que sale de tu boca


Ayer estaba con mi hijo de 7 años en un parque. El saltaba feliz en un colchón inflable cuando llegó otra niña a compartir su júbilo. Los vi contentos jugando bajo la supervisión de la mama de la niña. De repente escuché a mi hijo gritándole a la niña "Toma, muérete. Eres una miedosa". En seguida reaccioné y corrí al colchón pensando que se había desatado una guerra entre ellos, pero cuando llegue me los encontré felices saltando. Llamé a mi hijo y le pregunté qué pasaba y me dijo encogiéndose de hombros "Nada mamá, estábamos jugando".

Esto me hizo pensar mucho acerca de lo que está pasando a nuestro alrededor en términos de violencia y malos tratos entre adultos, y en cómo influye en nuestros hijos sin que muchas veces nos demos cuenta. El lenguaje que utilizamos a diario tiene una enorme importancia en moldear nuestro comportamiento, y con mucha más razón el de nuestros hijos, tal y como lo establecen los principios de la Programación Neurolingüistica o PNL.

La PNL ha demostrado la influencia que el lenguaje tiene sobre nuestra programación mental y demás funciones de nuestro sistema nervioso. Lo que pensamos y decimos, aun cuando no lo digamos en serio, es un mensaje muy claro para nuestro subconsciente. Las palabras y los pensamientos tienen una energía asociada, y es importante que nuestros niños sepan esto. A pesar de que las digan jugando, el usar palabras violentas es nocivo para ellos.

Más tarde, mientras almorzábamos juntos, se lo expliqué a mi hijo. Parecía sorprendido. No entendía del poder de sus palabras. "Mami, pero todos los niños en mi colegio juegan así, y no pasa nada". Eso es lo que cree mucha gente, pero claro que si pasa.

Cuando decimos palabras desagradables, violentas o despectivas, le damos fuerzas y energías a lo negativo, no solo para los demás, sino también para nuestra propia vida. Las palabras son escuchadas por nuestro cerebro y eventualmente este se convence de que lo dices en serio. Y poco a poco tu cerebro termina por creerse que lo que tú dices es lo que tú realmente eres, y para ser congruente comienza a moldear tus pensamientos y acciones alrededor de tus palabras.

Es muy importante cuidar lo que dices y como lo dices, y mantener una vigilancia sobre el lenguaje que usan tus hijos. Explícales claramente que efecto tienen sus palabras, sobre los demás pero sobre todo sobre ellos mismos. Enséñales a ser selectivos con lo que dicen y a tratar de emplear siempre palabras positivas o neutras. Paulatinamente comenzara a hacerse costumbre para ellos expresarse en los términos que quieren ser percibidos y con la energía de quienes quieren ser.

jueves, 26 de julio de 2012

Ser diferente no solo está bien, debería ser tu meta.


Hay una reflexión que tiene varias días rondándome los pensamientos. Tiene que ver con el valor de la individualidad. Pasamos buena parte de nuestras vidas tratando de ser como los demás, vestirnos a la moda, ser socialmente aceptados. Desde que somos muy pequeños se nos enseña a adaptarnos a un molde, a parecernos a los demás o ser un buen niño. Si lo hacemos, nos premian con aceptación y amor. Si no, nos castigan y nos hacen sentir culpables.


Por supuesto, cuando nos toca ser padres, repetimos lo mismo. Utilizamos nuestros patrones culturales para construir una imagen de “niño bueno” y nos dedicamos buena parte del tiempo a que nuestros hijos se conviertan en lo más cercano a ese patrón. Muchas veces comparamos a nuestros hijos, con los hijos de otras personas. Lo hacemos con la mejor de las intenciones, pues actuamos por amor, repitiendo lo conocido. Lo malo es que en ese proceso, vamos diluyendo la personalidad de nuestros chiquitines, y anulando o restandole importancia a muchas de sus potencialidades.

Recientemente he tomado conciencia de que es precisamente lo que nos diferencia de los demás, lo que nos hace valiosos y lo que nos garantiza el éxito. Lo que nos hace diferentes es lo que nos hace destacarnos. Es posible que los demás no entiendan tu punto de vista, o luzcas diferente, pero en la medida en que estes dispuesto a defender tu individualidad, sintiendote seguro de tu belleza interna y tu valor, la gente a tu alrededor comenzara a verte con otros ojos.

Por eso te invito a que te atrévas a ser diferente y a darle a tus hijos el apoyo y la libertad de serlo. Probablemente sea la mejor enseñanza que puedas darles.

viernes, 13 de julio de 2012

All you need is love


Para cerrar esta trilogía de artículos quisiera escribir acerca del amor. Pero ¿qué puedo decir yo del amor que no se sepa ya? Yo pienso que, como dice la canción de Los Beatles cuyo título he tomado para identificar este articulo, el amor es lo único que necesitamos en la vida. Cuando hacemos las cosas por amor y con amor, nada puede salirnos mal, porque el amor es la esencia de lo divino. Ahora seguramente mucha gente me dirá que en nombre del amor se puede hacer mucho daño. Yo no lo creo. Pienso que en nuestra cotidianidad, a veces confundimos otras cosas con el amor. La posesividad, los celos, las relaciones destructivas...son realidades que culturalmente asociamos con el amor. En realidad esto no es amor, son sólo nuestras creencias, nuestros patrones culturales, programados en nosotros por el entorno, y alimentado con nuestros miedos, disfrazados como el lobo con la piel de la oveja.

El amor debe necesaria y obligatoriamente comenzar por uno mismo. No podemos amar ni ser amados cuando no nos amamos primero a nosotros. Mientras somos niños, el amor es algo muy sencillo, natural. Todos los niños se aman a sí mismos, por sobre todas las cosas. Los bebes tienen muy claro que son su primera prioridad, y para obtener lo que desean están dispuestos a todo. Ese amor, es rápidamente etiquetado como egoísmo, y se va transformando a medida que crecemos, a través de nuestra educación y los paradigmas sociales. Nos convencemos de que nuestras necesidades son menos importantes que las de los demás, y que ser bueno es olvidarse de uno mismo y pensar solo en los demás. Así vamos aprendiendo que amarnos a nosotros mismos es malo, que pedir lo que necesitamos es malo, que luchar por lo que queremos es malo, y que si queremos ser aceptados y queridos, tenemos que olvidarnos de nosotros.  Y luego nos preguntamos porque nadie nos ama, y porque nos cuesta tanto abrirnos al amor.


El verdadero amor por nosotros mismos, no es egoísta, porque cuando te amas realmente a ti mismo, eres capaz de dar más y más amor a los que están alrededor tuyo. El amor verdadero no es posesivo, porque no necesitas que nadie te ame, cuando tienes tu propio amor. Si alguien te ama, maravilloso. Pero si no lo hacen, no importa, siempre hay quien te ame en tu vida. El verdadero amor no es celoso, porque tiene la certeza absoluta de que su fuerza y poder aumenta cuando es compartido.

Así que hay que comenzar amándose a uno mismo, y desde ahí, amar al mundo, aceptándolo como es, acabando con nuestros prejuicios, abriendo nuestra mente. Así construimos una felicidad a prueba de todo, que podemos compartir con los demás.

Y para amarnos a nosotros mismos, debemos comenzar a cerrar el círculo con las otras dos palabras de esta maravillosa trinidad: perdonándonos y dando gracias. Agradeciendo por lo que somos y tenemos, y perdonando por no haberlo visto antes, por haber dejado que nuestras creencias nos alejaran de nuestra grandeza. Paso a paso, iremos así construyendo una solida relación con nosotros mismos, que podremos transmitir como un maravilloso obsequio a nuestros hijos.

miércoles, 4 de julio de 2012

La importancia de agradecer


La semana pasada les hablé de tres palabras que tienen el poder de cambiar la vida. Perdón, amor y gracias. Estas tres palabras, y las experiencias que describen, son el pilar fundamental de una vida sana, tanto desde el punto de vista emocional, como el físico y el espiritual. Ya vimos por que el perdón es esencial para aceptar nuestra realidad, encontrar la paz, aprender a vivir en el presente, y darnos la oportunidad de equivocarnos para convertirnos en mejores seres humanos. 

La gratitud es la otra cara de la moneda del perdón. El perdón y el agradecimiento van de la mano, porque si no logramos perdonar, no encontraremos razones para agradecer, y si no nos damos cuenta de lo mucho que tenemos para agradecer, no sabremos como perdonar. La gratitud es la línea de partida para la construcción de los milagros. Algunas veces parece que no tenemos nada que agradecer, pero siempre hay razones, por muy simples que parezcan. Comienza por lo primero que se te ocurra. El sol en el cielo, los zapatos que tienes puestos, los dedos de tus manos, tus hijos, la vida en ti....Somos recipientes de tantas bendiciones, que nos acostumbramos a tenerlas cada día, y nos olvidamos de agradecer por ellas. Cuando comenzamos a dar gracias, nos vamos dando cuenta de lo mucho que tenemos, de lo afortunado que somos. Agradecer es una poderosa herramienta para reconocer la luz que brilla en nosotros, una reconexión con la espiritualidad.

Cuando hacemos del agradecer un habito, no solamente les enseñamos a nuestros hijos a poner atención a las cosas hermosas y maravillosas que tenemos, sino que nos sentimos más felices, mas conectados con la creación y con lo divino, y a partir de allí podemos construir una vida mejor. Llenando nuestra vida de la energía positiva del agradecimiento, atraemos a nuestra vida más y más bendiciones. Recuerda que lo que piensas y crees desde el fondo de tu corazón, moldea tus acciones, y tu actitud hacia la vida, y a su vez tu actitud determina lo que puedes lograr. Así que si te sientes bendecido, y afortunado en la vida, podrás alcanzar cosas que ni tú mismo creías posible. Honestamente creo que es uno de los regalos más maravillosos que puedo darle a mis hijos.

Así que me he propuesto hacer parte de mi rutina de cada día sentarme con mis hijos y agradecer, con ellos, por dos o tres cosas. Experiencias que hayan pasado en el día, que nos hagan sonreír, cosas que tenemos, o cosas que hemos sentido. Además de hacer de esto un momento especial, para compartir con mis hijos, de escuchar acerca de su día, y ellos del mío, nos permite centrarnos en el presente. 

lunes, 25 de junio de 2012

Perdón, amor y gracias.


Desde hace unos meses estas tres palabras aparecen en mi vida a cada paso. Pareciera que el Universo las ha puesto una tras otra, en sucesión, como los durmientes sobre los cuales construir una guía para el camino. La ruta sobre la cual voy siendo llevada mansamente, casi sin darme cuenta, al destino que es mi vida. Perdón, amor, gracias, perdón, amor, gracias, perdón, amor, gracias.

Las tres palabras se entretejen y esconden en cada cosa que leo, en cada canción, en cada conversación. Como si con ellas ya todo estuviera dicho. Y me voy dando cuenta de que con cada una voy encontrando las respuestas a todo.

Por eso quería colocar aqui unas palabras de reflexión acerca de la importancia de educar a nuestros hijos en la disciplina de perdonar, de dar gracias y de amar.

Perdonar es un arte humano que hemos ido olvidando. Muchas veces guardamos rencores y memorias de lo pasado. Muchas veces nos sentimos culpables por lo que hicimos y no hicimos. Pensamos que perdonar es síntoma de debilidad. Lo cierto es que el perdón es uno de los regalos más maravillosos que puede darnos el universo. El perdón es la base de la esencia del ser humano, porque gracias al perdón nos podemos dar la oportunidad de crecer, a través del aprendizaje que nos dan nuestros errores.

A menudo les exigimos a nuestros hijos que sean casi perfectos, y en ese afán no nos permitimos perdonar ninguna falla. Lo mismo nos hacemos a nosotros mismos. Castigamos los errores cometidos y nos justificamos diciendo que lo hacemos por amor, porque queremos lo mejor para ellos. Hemos oído hasta el cansancio que si cedemos, nuestros hijos tomaran ventaja de nuestra debilidad. Así que no nos damos el lujo de perdonarlos, aun cuando eso sea lo que nuestro corazón anhela, y lo que podría darles a ellos la paz de saber que su verdadero valor no depende de lo que ellos hagan. 


Lo cierto es que en muchas ocasiones es el ego el que nos impulsa. Preferimos tener la razón que tener la paz. Presumimos los triunfos de nuestros hijos como nuestros, pero de igual manera deberíamos presumir sus fracasos, porque es a través de ellos que se hacen humanos y crecen.

Por eso te invito a perdonar. A perdonarte en primer lugar a ti misma por tus errores como madre. Y te invito a perdonar a tus hijos, cada vez que puedas. Enseñémosle con el ejemplo a nuestros pequeños el valor del perdón. Aprendiendo a perdonarse primero, es como aprendemos a perdonar a los demás. Y perdonando a los demás y a nosotros mismos nos liberamos de un enorme peso, y disfrutamos de la paz.

La próxima semana seguiré conversando acerca de estas tres palabras, y de la importancia de darle prioridad a su enseñanza a nuestros niños.





miércoles, 20 de junio de 2012

Acepta lo que la vida te trae



Estoy trabajando en unos escritos acerca de la actitud hacia las enfermedades, y como cambiando nuestra actitud podemos influir en el tratamiento de las mismas. Esencial en este proceso es el aceptar la enfermedad. Pero escribiendo al respecto, me he dado cuenta de que la aceptación es un proceso primordial para determinar cómo vivimos. 

El verbo aceptar es definido por la Real Academia Española como "Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, ofrece o encarga". La vida cada día nos ofrece múltiple situaciones, retos y oportunidades. Sin embargo nosotros muchas veces nos oponemos a estas situaciones y nos negamos a recibirlas. Creemos que es nuestra responsabilidad cambiarlas. Creamos así una resistencia que nos deja exhaustos y nos arrebata el gozo. Afrontamos la vida como una lucha, donde cada día se convierte en una batalla contra las situaciones que nos afectan. Nos empeñamos en cambiar las situaciones y las personas, en lugar de hacer el cambio en donde realmente importa, que es en nuestro interior.

Aceptar lo que sucede en tu vida, sea bueno o malo, es el primer paso para ser feliz. Aceptar no significa resignarse. Aceptar es tener conciencia de cómo nos afecta lo que sucede alrededor de nosotros, y tomar una decisión acerca de cómo deseamos reaccionar a ese evento.

Los niños son especialistas en aceptar. Puede ser que nos hagan un berrinche cuando les decimos que tienen que bañarse, pero una vez que están dentro de la ducha, se divierten montones, y resulta que luego no quieren salirse.

Plantéate hoy la posibilidad de aceptar de buena gana lo que suceda en tu día. Te darás cuenta de que cada pequeña cosa puede ser recibida con la visión de aprender de ella, de usarla para crecer, para mejorar. Te sentirás mucho mejor casi de inmediato.

“Cuando tomas la decisión de aceptar, te das cuenta de que es una actitud sanadora para muchos aspectos de tu vida. Te permite un espacio de reflexión e introspección, y te da una nueva perspectiva. La vida no es buena o mala, depende de nuestra actitud el convertir cada cosa que nos sucede en un drama, o en una oportunidad de crecer y cambiar. La aceptación no es sinónimo de resignación, todo lo contrario”.


miércoles, 13 de junio de 2012

Hay que ser responsable

La semana pasada una casualidad (??) me llevó a encontrarme con una interesante pagina que se llama Amarse a uno mismo y les invito a leerla. Llegué alli a través de un link que hablaba de la técnica de Ho’oponopono para sanar. Esta técnica se base en asumir que nosotros somos responsables de lo que pasa en nuestro mundo. En una cita textual "... la total responsabilidad se extiende a todo lo que está presente en tu vida, simplemente porque está en tu vida. Es tu responsabilidad en un sentido literal. Todo el mundo es tu creación".

Esta lectura me hizo pensar en lo que significa ser responsable de nuestros actos, y lo importante que es enseñarle esto a nuestros hijos. Acostumbramos a hablar de responsabilidad como una pesada carga que debemos cumplir: "es tu responsabilidad hacer las tareas" o "tu vas a ser responsable de lo que pase si no haces lo que te digo". Pero la realidad es que hay un nivel importantisimo de responsabilidad que no le enseñamos a nuestros hijos, simplemente porque no tenemos la conciencia de la misma. Es la responsabilidad sobre los propios sentimientos. La responsabilidad de cuidar de nosotros mismos. La responsabilidad de escoger la actitud con la cual afrontamos las situaciones del día a día. Nosotros como padres y como adultos evadimos muchas veces esta responsabilidad.


¿Cuántos de nosotros no nos hemos sentido víctimas de las cosas que pasan alrededor? Nos olvidamos que sólo nosotros podemos decidir cómo nos sentimos con respecto a lo que pasa fuera de nosotros. Es decir, nos olvidamos de que somos responsables de cómo nos sentimos. Si nos sentimos mal en una situación determinada, siempre podemos tomar la decisión de quedarnos o irnos, de engancharnos o dejar ir, de quejarnos o de resolver, de aprender, de perdonar.

Es importante tomar conciencia del inmenso poder que significa la posibilidad de elegir dentro de nosotros la actitud que tenemos ante lo que nos sucede cada día. Es parte de nuestra esencia. 

Enseñémosle a nuestros hijos esta poderosa herramienta. Desde las cosas más sencillas, desde la cotidianidad. A partir de nuestra propia experiencia, con nuestro ejemplo, demostrémosle que siempre se puede escoger entre una actitud positiva y ganadora, y una derrotista y vicitimizante, entre crecer y aprender o sentirme inferior y derrotado. Y el que puede escoger la actitud eres tú, y solo puedes cambiarla en el momento en que tomas conciencia y desde el presente, tomas esa decisión.

Les estaremos dando una de las más grandes herramientas, el control sobre su vida y lo que les sucede. Y así, juntos seguiremos creciendo, aprendiendo y avanzando.

miércoles, 6 de junio de 2012

Tienes que quererte a ti misma

Cuando uno decide tener hijos, comienza a pensar recurrentemente en el futuro. Cada día de la vida de los padres esta signado por una imagen de los hombres y mujeres que quieren que sean sus hijos, y en base a eso vamos educando a nuestros niños. Algunos padres quieren que sus hijos tengan lo que ellos no tuvieron. Otros quieren que sus hijos vivan una vida que ellos hubiesen querido vivir: ser pianistas, ser abogados, viajar, tener una boda de ensueño. Casi todos tenemos fantasías donde vemos a nuestros pequeños recibiendo medallas en las olimpiadas, y hasta el premio Nobel: Nos sentiríamos tan orgullosos. Nos sentiríamos unos padres triunfadores, pero pocas veces nos preguntamos cómo se sentirían ellos. Tratamos de darles todas las herramientas que les permitan "triunfar" en el mundo: karate, inglés, pasarela, etiqueta....aun cuando es probable que las mismas herramientas sean completamente inútiles en el mundo de dentro de 15-20 años. El otro día recordábamos con mi esposo cuantas horas de escuela perdimos aprendiendo taquigrafía, mecanografía, dibujo técnico, caligrafía Palmer...cosas completamente inútiles en el mundo de hoy en día. 

Yo he pensado mucho en esto. Trato de imaginarme que serán de grande mis muchachos. Me resulta difícil imaginarlos adultos. Pero de algo estoy segura: no importa lo que yo quiera o desee para ellos, serán ellos los que decidan. Y yo solamente podré estar allí para apoyarlos y darles ánimo en lo que decidan. Lo único que yo quiero para ellos es que sean felices. Sí, así de sencillo, que sean felices, que tengan paz en su corazón. Mas allá de que sean exitosos, yo quiero que disfruten de su vida y que a través de su felicidad puedan llevar felicidad a los que están a su alrededor. Como madre mi deseo es darles los fundamentos para que ellos construyan esa felicidad. Y a mi entender el amor es la base, la garantía de una vida feliz: yo quiero que se sientan amados cada día para que sepan lo valiosos y hermosos que son, y puedan conocerse, aceptarse y amarse a ellos mismos, y así amar sin miedos ni restricciones a los que están a su alrededor.

¿Cómo se enseña a amar? En primer lugar, amándolos por supuesto. Comprendiendo la importancia de amarlos y de hacerlos sentir amados, que no es necesariamente lo mismo. Cada día, a cada minuto. Cuando son adorables y encantadores, y cuando lloran sin parar por horas. Cuando hacen sus tareas, y cuando no quieren hacerlas. Cuando son todo lo que siempre soñamos en un hijo, y cuando son la peor pesadilla que podamos tener. Solo así les podemos enseñar que el amor está por encima de todas las barreras, y que pueden atreverse a experimentar la vida y equivocarse, y encontrar quienes son realmente en su interior,  sin miedo a dejar de ser amados.

La otra base fundamental para enseñarles a nuestros hijos a amarse, es por supuesto ser nosotros el ejemplo de ello. Recordemos que nuestros hijos aprenden a copiar nuestras conductas y actitudes. ¿Cómo podemos enseñarles a amarse, si nosotros no lo aplicamos a nosotros mismos? Tenemos que aprender a amarnos, a aceptarnos, a perdonar nuestros errores. No es fácil...se requiere un gran trabajo interno para lograrlo, pero es esencial. Es un trabajo de cada día. Cambiar nuestra actitud hacia nosotros mismos. Tratarnos con respeto, y exigir el respeto que merecemos. Cuidar nuestro cuerpo con amor. Cuidar nuestra alma. Eliminar de nuestro vocabulario las palabras despectivas para con nosotros mismos. Rodearnos de belleza, de cosas positivas. Mirarnos al espejo con satisfaccion, y caminar por la vida con la certeza de que somos unicos y especiales. 

Y bueno, en eso andamos. Aprendiendo para enseñar.





lunes, 21 de mayo de 2012

Las madres tambien nos enfermamos.

"Hace unos dias recibi una noticias muy fuertes. Noticias que cambiaran mi vida y la de mi familia. Desde ese momento mi cabeza da vueltas y vueltas, pensando mil cosas, pero sobre todo pensando en mis hijos, en su futuro, en lo que va a ser su vida."

Estas fueron las escasas lineas que logre escribir cuando todavia estaba en shock por el diagnóstico, unos dias antes, de un tumor en mi mama izquierda. Hoy se cumple un año exacto de ese duro día en que me dijeron que tenía cancer. Parece mentira que haya pasado un año. Recuerdo con lujo de detalles cada minuto: la cara de preocupación de la técnico que me estaba haciendo la mamografía, como me corrían las lágrimas por las mejillas mientras iba de regreso a mi casa, y sobre todo el miedo. El miedo a la muerte, que parece que siempre va de la mano de ese diagnóstico tan terrible.

Una de las cosas que me pasaba por la cabeza insistentemente, era lo injusto que era que me pasara esto cuando estaba en pleno disfrute de mi bebe, de apenas 9 meses de edad. Luego de tener mi primer hijo mi esposo y yo habíamos buscado insistentemente tener otro bebe. Luego de casi cinco años y dos perdidas, lo habíamos logrado y recien parecia que le dabamos la bienvenida al mundo a nuestro pequeño angelito. Y ahora esto...¿como se compagina la vida en familia que siempre has soñado, con un imprevisto como esto?. Sentía que me estaban jugando una cruel broma pesada.

Pensaba más que nada en mis hijos, de una manera distinta a como siempre había pensado en ellos. Trataba de imaginarme como sería para ellos vivir sin mí. Sabía que tienen un padre maravilloso y muy capaz de sacarlos adelante con bien, pero por más que lo intentaba no me imaginaba como iban a sobrevivir sin el amor de mami, sin mis mimos, sin mis cuidados... ¿serían los niños que siempre soñé que serían? Como podía yo hacerles tanto daño...abandonarlos. Marcarles la vida para siempre. ¿Se acordarían de mí? ¿Me odiarían por haberlos dejado? El más pequeño seguramente ni sabría que había tenido una mamá. Pero seguro que el mayor si se acordaría.

A medida que pasaban los días, las preocupaciones se iban sumando. Ya no era sólo que pasaría si se quedaban solos, sino que a medida que el tratamiento iba progresando, y me iba sintiendo cada vez más débil, me preguntaba cómo iba a poder ocuparme de ellos. ¿Cómo decirles que estaba enferma? ¿Cómo prepararlos para lo que iban a ser unos difíciles meses? ¿Cómo explicarles que ya no podía hacer con ellos muchas de las cosas que antes hacía? Me sorprendió gratamente lo sencillo que fue para ellos adaptarse a la nueva situación en casa. Comprendieron con una increíble madurez cuando no me sentía bien, cuando no quería salir de casa, cuando necesitaba dormir...hasta comprendieron con naturalidad cuando se me cayó todo el cabello en cuestión de unos días, y cuando mami se quedó sin una tetica luego de la operación. Probablemente las cosas en las que nunca pensé, fueron las más difíciles: Gracias a Dios la abuelita de mis bebes estuvo ayudándonos en casa, porque las cosas más sencillas y cotidianas se convirtieron para mi eran grandes retos. Aprender a tolerar cuando la ropa se acumulaba en la cesta, o la casa estaba muy desordenada, y yo no tenía fuerzas para levantarme a hacerlo. Y ni hablar de preparar comida, en cuanto entraba a la cocina y olía algún condimento, tenía que salir corriendo a vomitar. 

En fin, ha pasado un año…y la casa sigue ahí, y mis hijos siguen bellos y sanos. Si acaso, toda esta experiencia les ha enseñado a ser mas compasivos y comprensivos, y a mí me ha enseñado a tener confianza en ellos. Ellos son más fuertes e inteligentes de lo que yo pienso. Adaptarse a las circunstancias de la vida y seguir adelante, apoyándonos unos a los otros, y amándonos sin importarnos las condiciones, eso es lo que nos hace una familia.