La semana pasada les hablé de tres palabras que tienen el
poder de cambiar la vida. Perdón, amor y gracias. Estas tres palabras, y las experiencias
que describen, son el pilar fundamental de una vida sana, tanto desde el punto
de vista emocional, como el físico y el espiritual. Ya vimos por que el perdón
es esencial para aceptar nuestra realidad, encontrar la paz, aprender a vivir
en el presente, y darnos la oportunidad de equivocarnos para convertirnos en
mejores seres humanos.
La gratitud es la otra cara de la
moneda del perdón. El perdón y el agradecimiento van de la mano, porque si no
logramos perdonar, no encontraremos razones para agradecer, y si no nos damos cuenta
de lo mucho que tenemos para agradecer, no sabremos como perdonar. La gratitud
es la línea de partida para la construcción de los milagros. Algunas veces
parece que no tenemos nada que agradecer, pero siempre hay razones, por muy
simples que parezcan. Comienza por lo primero que se te ocurra. El sol en el
cielo, los zapatos que tienes puestos, los dedos de tus manos, tus hijos, la
vida en ti....Somos recipientes de tantas bendiciones, que nos acostumbramos
a tenerlas cada día, y nos olvidamos de agradecer por ellas. Cuando comenzamos
a dar gracias, nos vamos dando cuenta de lo mucho que tenemos, de lo afortunado
que somos. Agradecer es una poderosa herramienta para reconocer la luz que
brilla en nosotros, una reconexión con la espiritualidad.
Cuando hacemos del agradecer un
habito, no solamente les enseñamos a nuestros hijos a poner atención a las
cosas hermosas y maravillosas que tenemos, sino que nos sentimos más felices,
mas conectados con la creación y con lo divino, y a partir de allí podemos construir
una vida mejor. Llenando nuestra vida de la energía positiva del
agradecimiento, atraemos a nuestra vida más y más bendiciones. Recuerda que lo
que piensas y crees desde el fondo de tu corazón, moldea tus acciones, y tu
actitud hacia la vida, y a su vez tu actitud determina lo que puedes lograr. Así
que si te sientes bendecido, y afortunado en la vida, podrás alcanzar cosas que
ni tú mismo creías posible. Honestamente creo que es uno de los regalos más
maravillosos que puedo darle a mis hijos.
Así que me he propuesto hacer parte
de mi rutina de cada día sentarme con mis hijos y agradecer, con ellos, por dos
o tres cosas. Experiencias que hayan pasado en el día, que nos hagan sonreír,
cosas que tenemos, o cosas que hemos sentido. Además de hacer de esto un
momento especial, para compartir con mis hijos, de escuchar acerca de su día, y
ellos del mío, nos permite centrarnos en el presente.
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