Desde hace unos meses estas tres palabras
aparecen en mi vida a cada paso. Pareciera que el Universo las ha puesto una
tras otra, en sucesión, como los durmientes sobre los cuales construir una guía
para el camino. La ruta sobre la cual voy siendo llevada mansamente, casi sin
darme cuenta, al destino que es mi vida. Perdón, amor, gracias, perdón, amor,
gracias, perdón, amor, gracias.
Las
tres palabras se entretejen y esconden en cada cosa que leo, en cada canción,
en cada conversación. Como si con ellas ya todo estuviera dicho. Y me voy dando
cuenta de que con cada una voy encontrando las respuestas a todo.
Por eso quería colocar aqui unas palabras de reflexión acerca de la importancia de educar a nuestros hijos en la disciplina de perdonar, de dar gracias y de amar.
Perdonar es un
arte humano que hemos ido olvidando. Muchas veces guardamos rencores y memorias
de lo pasado. Muchas veces nos sentimos culpables por lo que hicimos y no
hicimos. Pensamos que perdonar es síntoma de debilidad. Lo cierto es que el
perdón es uno de los regalos más maravillosos que puede darnos el universo. El
perdón es la base de la esencia del ser humano, porque gracias al
perdón nos podemos dar la oportunidad de crecer, a través del aprendizaje que
nos dan nuestros errores.
A menudo les
exigimos a nuestros hijos que sean casi perfectos, y en ese afán no nos
permitimos perdonar ninguna falla. Lo mismo nos hacemos a nosotros mismos. Castigamos
los errores cometidos y nos justificamos diciendo que lo hacemos por amor,
porque queremos lo mejor para ellos. Hemos oído hasta el cansancio que si
cedemos, nuestros hijos tomaran ventaja de nuestra debilidad. Así que no nos
damos el lujo de perdonarlos, aun cuando eso sea lo que nuestro corazón anhela,
y lo que podría darles a ellos la paz de saber que su verdadero valor no
depende de lo que ellos hagan.
Lo cierto es que en muchas ocasiones es el ego
el que nos impulsa. Preferimos tener la razón que tener la paz. Presumimos los
triunfos de nuestros hijos como nuestros, pero de igual manera deberíamos presumir
sus fracasos, porque es a través de ellos que se hacen humanos y crecen.
Por eso te invito a perdonar. A perdonarte en primer lugar a ti misma por tus errores como madre. Y te invito a perdonar a tus hijos, cada vez que puedas. Enseñémosle con
el ejemplo a nuestros pequeños el valor del perdón. Aprendiendo a perdonarse
primero, es como aprendemos a perdonar a los demás. Y perdonando a los demás y
a nosotros mismos nos liberamos de un enorme peso, y disfrutamos de la paz.
La próxima
semana seguiré conversando acerca de estas tres palabras, y de la importancia
de darle prioridad a su enseñanza a nuestros niños.
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