Una de las cosas que siempre me ha
preocupado con relación a la crianza de mis hijos, ha sido educarlos para que
valoren las cosas en su justa medida. La presión social y publicitaria para
tener y tener cosas es siempre muy fuerte. Y seamos honestos, todos deseamos
tener cosas bellas, sofisticadas, útiles y modernas en nuestras vidas. No hay
nada de malo en eso. El problema surge cuando empezamos a pensa que lo que
tenemos define lo que somos. Los adultos estamos tan confundidos con este tema,
tan desconectados de nuestro verdadera esencia, que hemos realmente llegado a
creer que somos mejores o peores que el vecino porque tenemos un carro último
modelo, o un teléfono más moderno. Lo cierto es que las cosas no nos
llenan ni nos definen, pero estamos tan cegados que solamente nos damos cuenta de que es así, cuando por fin tenemos estas cosas. Eso explica por que tanta gente exitosa, con mucho dinero, y con todas las cosas que el dinero puede comprar, llevan una vida triste y miserable, y
terminan sus vidas en las drogas, el alcohol y hasta el suicidio.
Lo mismo le pasa a nuestros hijos. Pasan
semanas soñando con un juguete que vieron en la tele, o algo que tiene un
amiguito del colegio. Y cuando por fin lo obtienen, juegan 15 minutos con él,
y se dan cuenta de que no son todo lo felices que creian que serían, y seguro no mas de lo que eran antes. Se les genera
entonces una sensación de frustración, de anticlimax, que los deja buscando
algo nuevo que desear. Esto puede generar un terrible circulo vicioso de insatisfacción, que si no se controla a tiempo puede terminar muy mal.
Por eso es importante hablar con nuestros hijos acerca del valor de las cosas materiales, y hacerles
ver que lo que ellos quieren realmente no es el objeto, sino la emoción que ese
objeto despierta en ellos. Y ayudarlos a entender que esa emoción pueden
obtenerla con ese objeto, pero también de otras maneras. De esa manera, su
mundo y su felicidad no girara exclusivamente alrededor de lo material.
Entender que detrás de cada cosa material realmente esta lo que ese objeto
genera en nosotros, y que eso puede ser distinto para cada uno, es clave
para que tanto ellos como nosotros aprendamos a colocar nuestro enfoque en la
experiencia que buscamos, y no en el objeto.
Puede no ser tan sencillo. En primer
lugar tenemos que hacer el trabajo en nosotros mismos, para poder hablarles con
propiedad y enseñarles con nuestro comportamiento y no solo con nuestras
palabras. Si nosotros definimos nuestro valor con lo que tenemos, nuestros
hijos harán lo mismo. Si podemos sentirnos llenos de otras maneras, también
ellos aprenderán eso. En muchos casos para nosotros como padres complacer a
nuestros pequeños comprándoles lo que quieren puede ser una manera de conseguir
una experiencia propia (sentirnos mejores padres, más generosos, poderosos,
etc). Si es así, es importante ver que necesidad tratamos de satisfacer y
hacerlo de otras maneras. Esto requiere un esfuerzo mayor como padres, hay que
ser muy pacientes para orientar a nuestros niños en formas de identificar sus
carencias emocionales, y muy creativos para buscar formas alternativas de
satisfacer esas necesidades. Sin duda es más sencillo salir corriendo y comprar
lo que piden para llenar su tiempo, que dedicarles nuestro tiempo y atención. Pero a la larga el precio que podemos pagar por nuestra comodidad es muy alto, y puede llegar a comprometer la felicidad de nuestros hijos.
Así que antes de correr a comprar ese juguete que sabes que hará feliz a tu hijo, piensa de que otra manera puedes hacerlo feliz.
Así que antes de correr a comprar ese juguete que sabes que hará feliz a tu hijo, piensa de que otra manera puedes hacerlo feliz.
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