martes, 26 de marzo de 2013

Sigo siendo tu

 Mi Sana-sana-colita de rana: 


Tu recuerdo me sorprendió esta mañana desde lo profundo de mis ojos trasnochados, cuando inspeccionaba una nueva cana en el espejo. Siempre te he sabido presente, pero tu silencio se ha hecho tan cotidiano que creí haber extraviado el camino. Hoy emprendo el regreso a ti a través de estas líneas. Aferrada a un lápiz y un cuaderno, y con el corazón ansioso de verte, me lanzo por el tobogán más alto y aterrizo muerta de risa en un charquito de lodo.
Te veo jugando en aquel parque donde todo era posible: construir un fuerte indestructible con las piedras que recogías en tu franela, llegar a lo más alto de las barras de colores como un hábil escalador o crecer de golpe un metro en el sube y baja. Allí estás, meciéndote en un columpio, con tus ojos grandes, tu nariz siempre sucia y el cabello pegado a la frente por el sudor. Con cada impulso la falda de tu uniforme deja ver tus pantaletas de algodón, atrevimiento que constituye un pequeño precio por la libertad de volar. En una esquina están tirados el bulto, la lonchera metálica y la nota que le mandó la maestra a tu mamá, quejándose de que hablas mucho en clases.
Chiquita, dame un abrazo. ¡Hace tanto tiempo que quería volver a ti! Déjame mirarte: estas igualita. Te extrañé, ¿sabes? No llores. Sacúdete el miedo de las pestañas y sóplate los mocos en mi pañuelo. Sé que tú también me extrañaste, pero ya estoy aquí y te prometo que esta vez no me voy. Así que pon una sonrisa en tu boca desdentada y cuéntame tus sueños, tus grandes aventuras, tus libros favoritos. Háblame de tus éxitos, de las sombras de tu cuarto, de cómo te raspaste las rodillas, de tus patines nuevos y de ese niño que te hizo llorar. Recítame la poesía que aprendiste en la escuela, y cántame tu canción preferida.
Siéntate un ratito aquí a mi lado. Hay tanto que quiero decirte, y tanto que necesito aprender de ti. Pasé años intentando protegerte del mundo, sin darme cuenta de cuánto necesitaba la sabiduría de tu inocencia: tu capacidad de ser quien eres, sin dudas ni cuestionamientos, y tu confianza en tus sentimientos e instintos. Me preocupaban tanto los demás, sus opiniones, que olvide quien eras y te fuiste desdibujando detrás de disfraces y maquillajes. Mi pequeña, no dejes nunca que ni yo ni nadie te cambie, o te diga lo que vales. Continúa pintando tus garabatos de colores, aunque no le gusten a la maestra. Sigue vistiéndote con la ropa que te gusta, aunque no combine, y no esté a la moda. Escribe con tu propia letra, y quema esos cuadernos de caligrafía Palmer que pretenden uniformarte. Canta a todo pulmón aunque desafines. Baila bajo la lluvia aunque te resfríes. Y si tu mamá se pone brava, dale un besito y un abrazo, y verás que rápido se le quita.
No olvides que te amo con todo mi corazón. Te amo con tus cuadernos emborronados y tu manía de sacarte las medias al llegar a casa, con tus labios finos y tus cachetes gorditos. Te amo porque no te gusta jugar con ollitas ni muñecas. Porque odias perder al monopolio o al parchís. Porque el asombro hace que brillen tus ojos. Porque te da un ataque de tos cada vez que corres. Te amo porque te encanta leer e imaginar aventuras increíbles. Porque lloras desconsolada en las películas tristes y detestas las injusticias. Porque eres capaz de empujar al piso a un niño más grande que tú, para hacer valer tus derechos o defender a un amigo. Te amo con tus erupciones en la piel y la nariz tupida. Con tus berrinches, tú manía de inspeccionar las gavetas de las mesillas de noche y conocer los baños ajenos. Te amo porque te olvidas del tiempo cuando pintas, porque confías en la bondad del mundo y porque pasas semanas pensando en un regalo que haga sonreír a tu papá. Te amo con tu poca paciencia, tu deseo de ser independiente y tu frustración cuando las cosas no salen como quieres.
Ven, déjame darte un beso. Me gusta verte feliz. Es esencial intentar ser feliz, siempre, sin importar lo que la vida te ponga enfrente. Lucha por tu felicidad con todas tus fuerzas. Cultívala. Hazla tuya, apodérate de ella. Encuéntrala en las cosas más simples, en el día a día. No la dejes en manos de otros. Cuídala como un tesoro, vale más que el dinero y la fama. Puede que te sea difícil defenderla, algunos te tacharan de rebelde, de mala conducta, de egoísta. Tal vez tengas que sacrificar algunas cosas o personas por ella. Pero los que de verdad te amamos, queremos que seas feliz. Aquellos que ponen condiciones a tu felicidad no deberían tener espacio en tu vida.
Mi niña interior, mi verdadero yo, mi hermosa y amada chiquita de luz. Estoy tan agradecida a la vida por volver a encontrarte. Prométeme que no me vas a abandonar, que siempre vas a estar cerca, para despertarme con el entusiasmo de quien sabe que la vida es una aventura día tras día. Recuérdame que somos invencibles y que la magia existe. Enséñame a perdonar y olvidar. A vivir intensamente, sin pensar y sin calcular. Acuéstate conmigo en las noches, préstame tu almohadita y acúname con ternura. Sóbame la cabeza con tus manitas, y recuérdame que equivocarse es la única manera de aprender, y que mañana será otro día. Consuélame con tu risa llena de futuro. Préstame tus ojitos para mirar el mundo con asombro e ingenuidad. Llévate todos los miedos con tu inocencia, y hazme “sana-sana” en mis heridas, para que curen rapidito. Y sobre todo no me dejes olvidar nunca que sigo siendo tú.
Y ahora dime, a qué quieres jugar ¿a la ere o a las escondidas?